Sunday, December 28, 2014

España: política y familias

Pensar que la familia es la unión estable de un hombre y de una mujer, abiertos a tener hijos, no es una idea exclusivamente cristiana. Se trata de una realidad muy anterior al cristianismo como está constatado múltiples veces por la historia. Ciertamente el cristianismo ha insistido en la indisolubilidad del matrimonio entre hombre y mujer. Esta enseñanza ha configurado nuestra historia occidental, sin dejar de ser el modo habitual de ser familia de muchos otros pueblos. Defender la familia entendida de este modo es, por tanto, un principio humano y cristiano.

Querer que las leyes de un país se basen en un humanismo cristiano no es ningún tipo de confesionalismo. Las ideas cristianas sobre la vida, la familia y la educación reflejadas en leyes no suponen ningún ataque a las ideas de los no cristianos. Se trata de convicciones que parten de la idea de que los fundamentos de la familia y de la vida se basan en la naturaleza humana, y que, por tanto, pueden ser asumidos por muchas otras personas de distintas convicciones. Por ejemplo: penalizar a un ladrón, no es solo un valor cristiano sino que es un valor humano. Igual ocurre con la defensa del niño no nacido; aunque hoy en día se ha oscurecido el valor de la vida del nonato.
Confesionalismo sería decir que la jerarquía de la Iglesia tiene que decir cuál es el valor de una multa de tráfico o establecer leyes concretas de economía o de cualquiera de las múltiples facetas de la vida, asumibles desde la libertad de millones de puntos de vista. El confesionalismo se opone a la legítima libertad. La ley natural y el humanismo cristiano fomentan la libertad, una libertad que no está desvinculada de la naturaleza.

Establecer una seria política familiar es algo que todavía no ha asumido ningún partido político español como meta prioritaria, y que el actual gobierno de España está perdiendo de vista. Las necesidades de las familias españolas son la más evidente de las necesidades. Entre ellas, una fundamental  es el derecho al trabajo y a una remuneración justa: una idea, por cierto, profundamente cristiana. Una inteligente y decidida política familiar supondría  marcar una tendencia política novedosa y de gran futuro, propia de países con liderazgo.
Un ambiente político, y de medios de comunicación, basado en la apología del divorcio, el aborto, y la práctica homosexual –dicho esto con absoluto respeto a estas personas- niega la realidad evidente de las necesidades de las personas de la calle. Habrá que pensar quienes son los políticos que mejor defienden a las familias: por ellas, España y el mundo no se ha destrozado ya múltiples veces. Entre tanto, los ciudadanos corrientes podemos seguir defendiendo a la familia a través de nuestro ejemplo personal, nuestra profesión y nuestras relaciones sociales.


José Ignacio Moreno Iturralde

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