A diario vemos un mundo surcado por guerras y muertes. En este contexto, me ha llamado la atención una frase de Benedicto XVI: “El cuerpo crucificado de Jesucristo, que extiende las manos al mundo entero, es el lugar donde se encuentran Dios y el hombre”. Las tragedias provocan con frecuencia perplejidad a nuestra inteligencia y rechazo a nuestros sentimientos. Pero el hermanamiento histórico de Dios con los más desventurados hace que la fe cristiana ofrezca una respuesta sólida y llena de sentido al problema del dolor, haciendo que este mundo mutilado sea sanado y elevado por la lógica mesiánica de la cruz y la resurrección.
José Ignacio Moreno Iturralde
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