Wednesday, February 15, 2006

Lo vital de la muerte

He tenido la inmensa suerte de ver a una persona muy querida con una entereza y una visión cristiana roqueña y alegre a la hora de morir. La muerte es sin duda un duro trago por el que todos hemos de pasar, pero quisiera reflejar algunas observaciones sobre ella que me parecen positivas. En el estado actual de nuestra naturaleza, si no hubiera muerte daría igual hacer una cosa bien hoy o mañana, o nunca. Por otra parte la muerte nos hermana e iguala: muere tanto el rey como el mendigo; el rico y el menesteroso. La muerte nos hace ver que estamos de paso y que esto no es lo definitivo; cuestión clave para enfocar la vida como lo que verdaderamente es.

Hay muertes muy duras: las de personas jóvenes, las producidas por accidentes inesperados, los asesinatos,...Para un cristiano, pienso que también para todo hombre de fe, está la posibilidad de decir: “Dios mío no lo entiendo pero Tú sabes más”. Esta postura, frente a la rebeldía y la desesperación, nos sitúa en una posición de esperanza y confianza, que es la propia de una criatura humana.

Las muertes de nuestros mayores, pese a ser más previsibles, es humano que se nos hagan duras y dolorosas. Desde una fe cristiana me ha parecido entender que la ancianidad es un proceso de purificación del espíritu, una fuente de méritos morales y una segunda infancia donde el anciano tiene la oportunidad de volver a hacerse como un niño delante de Dios. Al ver a tantos abuelillos que lo pasan física y psíquicamente tan mal hay quizás dos opciones de interpretación: el absurdo radical o un gran misterio de gloria que salta a la eternidad de Dios. Cada cuál es libre de optar por lo que quiera pero debemos considerar cuál que opción nos hace ser mejores personas. Por otra parte, en mi opinión, lo radicalmente absurdo es tan insostenible como un círculo cuadrado.

José Ignacio Moreno Iturralde

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