Wednesday, February 08, 2006

La sabiduría de la señora fea

Recuerdo que hace años tenía que ir con frecuencia a una delegación de un ministerio en Madrid. Una de las empleadas que atendía al público me pareció especialmente fea. Observé como iba despachando las cuestiones con. sequedad pero con una eficacia fantástica: no decía “le falta a usted un sello”; si no que, tras un reproche, te conseguía de inmediato lo que te hacía falta. Era fea, algo antipática, eficacísima y maravillosa. Al cabo del tiempo todo el mundo quería ponerse en su ventanilla...porque aquella mujer realmente pensaba en los demás.

Es posible que algunos dediquemos demasiado tiempo en buscar mentalmente soluciones a problemas humanitarios internacionales al tiempo que podemos vivir con escasa intensidad y algo de tedio, cuando no de repulsa, el contacto con la muestra de humanidad que de hecho se nos ofrece: las personas casuales con las que tenemos que toparnos todos los días en el trabajo: gentes atolondradas, algo egocéntricas y susceptibles. Personas con deseos de seguridad para dar seguridad, con afán de bienestar para compartirlo con su familia y amigos; individuos o individuas que, llegado el caso, darían su vida gustosos por salvar la de sus hijos.

Nuestro cibermundo audiovisual tiene cosas fantásticas y eficaces, pero quizás hemos perdido el sentido para lo fantástico en sí mismo: animar a un alumno que está de bajón, preparar de modo imprevisto el plato preferido del cónyuge, o escuchar con paciencia cuasioriental la biografía de una abuelita por teléfono. Éstas son las cosas realmente fantásticas y liberadoras que reducen enérgicamente nuestras contracturas espirituales y nos solazan en el regocijo de estar a bien con el mundo; es decir: estas son las cosas eternas donde está Dios.


José Ignacio Moreno Iturralde

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