Saturday, November 26, 2005

Anacleto González Flores


Por José J. Castellanos
La Revolución Mexicana fue una insurrección social, después de un cambio político. La revolución política de Madero fue prácticamente incruenta. El estallido social que vino después, no fue tanto en torno a banderas políticas, sino a problemas sociales que permanecían subyacentes. Dicho estallido tuvo distintas expresiones en el caudillaje revolucionario y la forma última de solución fue el aniquilamiento de los líderes entre sí. Sólo así se pacificó el país...pero solo aparentemente.
En efecto, la estela de sangre inaugural de la Revolución Mexicana, no concluyó con el triunfo del Grupo Sonora sobre los otros. A ello siguió una etapa que durante años se mantuvo silenciada o con sordina, hasta que nuevos aires de libertad y el gran testimonio de Juan Pablo II, permitieron romper la mordaza: es la etapa de la persecución religiosa en México.
Durante el movimiento armado 1910-1917, se habían dado expresiones antirreligiosas y jacobinas entre algunos grupos, y dicha tendencia se terminó de proyectar en algunos textos de la Constitución de 1917 que permitirían a Álvaro Obregón y a Plutarco Elías Calles atizar dichos rescoldos en contra de la Iglesia.
Estas condiciones fueron las que provocaron en los católicos mexicanos una movilización social bajo líneas diversas, que formaron una generación de jóvenes que habría de dar testimonio de su fe con la vida. Paradigma de esa generación es Anacleto González Flores, hijo de una familia humilde, que con su tenaz voluntad y con la ayuda de la Iglesia, logró transformarse en un mexicano de primera, de gran cultura, orador, periodista y organizador social, que terminó su vida asesinado vilmente por las autoridades el 1º de abril de 1927 en el Cuartel Colorado de Guadalajara.
Anacleto, bautizado por sus contemporáneos como el Maestro, por sus grandes cualidades, fue formado en las filas de la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, la ACJM, fundada en nuestro país por Bernardo Bergoend S.J. Él, como numerosos jóvenes de aquellos años, se formaron en la cultura universal y en la ilustración de una fe profunda, que los llevó a oponer resistencia pacífica a las acciones contra la Iglesia Católica, derivadas de las reformas jurídicas del Presidente Calles.
Anacleto fundó la Unión Popular en su estado natal en 1925, movimiento social de gran arraigo en los Altos (Jalisco) y que más tarde se uniría a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Anacleto estaba dispuesto a resistir a la autoridad y lograr un cambio en el país con medios pacíficos, por lo que no era de los partidarios de la insurrección armada que se desataría impulsada precisamente con su muerte. En su lucha esgrimió la pluma en la revista Palabra y en Gladium, utilizó la palabra y movilizó a la sociedad.
Pero este líder social fue visto como un enemigo, y así, el padre del sistema político mexicano, prohijó su muerte junto con otros muchos jóvenes que habrían de merecer el martirio por su testimonio de fe cristiana, frente a un gobierno impío. De esta suerte, el Sistema Político Mexicano asumiría desde su nacimiento la cultura de la muerte que aún no ha abandonado, pese a la transición política. La estela de sangre del antiguo régimen no dejó de tener continuidad durante años, pero esa sangre hizo brotar frutos de fe, libertad y democracia, de la que todos somos deudores.
Pero lo más grande de todo, es que del silencio surge ahora, brillante, la santidad de Anacleto y once mártires más que serán beatificados el próximo domingo, en la fiesta de Cristo Rey –por el que murieron, en el Estadio Jalisco. De hecho la beatificación fue acordada por Su Santidad Juan Pablo II, pero la ceremonia oficial en la cual se hace la proclamación se realiza hoy, con gran alegría para los católicos mexicanos bajo el pontificado de Benedicto XVI. La gran lección del Maestro Anacleto está dada, ahora falta que sepamos ser sus discípulos para saber dar testimonio de Cristo en todo momento y lugar.

No comments: