Friday, August 19, 2005

Mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes

Mensaje de Benedicto XVI a los jóvenesCOLONIA, jueves, 18 agosto 2005 (ZENIT.org).- Publicamos el mensajeque Benedicto XVI dirigió, la tarde de este jueves a los jóvenescongregados en Colonia desde un barco que navegaba en las aguas delRhin.* * *
[En alemán]
Queridos jóvenes:Es una dicha encontrarme con vosotros aquí, en Colonia, a orillas delRhin. Habéis venido desde varias partes de Alemania, de Europa, delmundo, haciéndoos peregrinos tras los Magos de Oriente. Siguiendo sushuellas, queréis descubrir a Jesús. Habéis aceptado emprender elcamino para llegar también vosotros a contemplar, personal ycomunitariamente, el rostro de Dios manifestado en el niño acostado enel pesebre. Como vosotros, también yo me he puesto en camino para, convosotros, arrodillarme ante la blanca Hostia consagrada, en la que losojos de la fe reconocen la presencia real del Salvador del mundo.Todos juntos seguiremos meditando sobre el tema de esta JornadaMundial del Juventud: «Venimos a adorarlo» (Mt 2,2).
[En inglés]
Os saludo y os recibo con inmensa alegría, queridos jóvenes, tanto sivenís de cerca como de lejos, caminando por las sendas del mundo y losderroteros de vuestra vida. Saludo particularmente a los que hanvenido de Oriente, como los Magos. Representáis a las incontablesmuchedumbres de nuestros hermanos y hermanas de la humanidad queesperan, sin saberlo, que aparezca en su cielo la estrella que losconduzca a Cristo, Luz de las Gentes, para encontrar en Él larespuesta que sacie la sed de sus corazones. Saludo con afecto tambiéna los que estáis aquí y no habéis recibido el bautismo, a los que noconocéis todavía a Cristo o no os reconocéis en la Iglesia.Precisamente a vosotros os invitaba de modo particular a esteencuentro el Papa Juan Pablo II; os agradezco que hayáis decididovenir a Colonia. Alguno de vosotros podría tal vez identificarse con que vivió después en el Carmelo de Colonia: «Había perdidoconscientemente y deliberadamente la costumbre de rezar». Duranteestos días podréis recobrar la experiencia vibrante de la oración comodiálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez,queremos amar. Quisiera decir a todos insistentemente: abrid vuestrocorazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el «derecho ahablaros» durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad asu amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas aCristo, dejando que Él ilumine con su luz vuestra mente y acaricie consu gracia vuestro corazón. En estos días benditos de alegría y deseode compartir, haced la experiencia liberadora de la Iglesia como lugarde la misericordia y de la ternura de Dios para con los hombres. En laIglesia y mediante la Iglesia llegaréis a Cristo que os espera.
[En francés]
A llegar hoy a Colonia para participar con vosotros en la XX JornadaMundial de la Juventud, me surge espontáneamente el recuerdoemocionado y agradecido del Siervo de Dios, tan querido por todosnosotros, Juan Pablo II, que tuvo la idea brillante de convocar a losjóvenes de todo el mundo para celebrar juntos a Cristo, único Redentordel género humano. Gracias al diálogo profundo que se ha desarrolladodurante más de veinte años entre el Papa y los jóvenes, muchos deellos han podido profundizar la fe, establecer lazos de comunión,apasionarse por la Buena Nueva de la salvación en Cristo y proclamarlaen muchas partes de la tierra. Este gran Papa ha sabido entender losdesafíos que se presentan a los jóvenes de hoy y, confirmando suconfianza en ellos, no ha dudado en incitarlos a proclamar convalentía el Evangelio y ser constructores intrépidos de lacivilización de la verdad, del amor y de la paz.Ahora me corresponde a mí recoger esta extraordinaria herencianaria vosotros le habéis entendido y habéis correspondido con el entusiasmode vuestra edad. Ahora, todos juntos tenemos el cometido de llevar ala práctica sus enseñanzas. Con este compromiso estamos aquí, enColonia, peregrinos tras las huellas de los Magos. Según la tradición,en griego sus nombres eran Melchor, Gaspar y Baltasar. Mateo refiereen su Evangelio la pregunta que ardía en el corazón de los Magos:«¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido?» (Mt 2, 2). Subúsqueda era el motivo por el cual emprendieron el largo viaje hasta Jerusalén. Por eso soportaron fatigas y sacrificios, sin ceder aldesaliento y a la tentación de volver atrás. Ésta era la únicapregunta que hacían cuando estaban cerca de la meta. También nosotroshemos venido a Colonia porque hemos sentido en el corazón, si bien deforma diversa, la misma pregunta que inducía a los hombres de Orientea ponerse en camino. Es cierto que hoy no buscamos ya a un rey; peroestamos preocupados por la situación del mundo y preguntamos: ¿Dóndeencuentro los criterios para mi vida; dónde los criterios paracolaborar de modo responsable en la edificación del presente y delfuturo de nuestro mundo? ¿De quién puedo fiarme; a quién confiarme?¿Dónde está aquél que puede darme la respuesta satisfactoria a losanhelos del corazón? Plantearse dichas cuestiones significa reconocer,ante todo, que el camino no termina hasta que se ha encontrado a Quientiene el poder de instaurar el Reino universal de justicia y paz, alque los hombres aspiran, aunque no lo sepan construir por sí solos.Hacerse estas preguntas significa además buscar a Alguien que ni seengaña ni puede engañar, y que por eso es capaz de ofrecer unacertidumbre tan firme, que merece la pena vivir por ella y, si fuerapreciso, también morir por ella.
[En castellano]

Es como alguien que se encuentra en una bifurcación: ¿Qué caminotomar? ¿El que sugieren las pasiones o el que indica la estrella quebrilla en la conciencia? Los Magos, una vez que oyeron la respuesta«en Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta» (Mt 2,5),decidieron continuar el camino y llegar hasta el final, iluminados poresta palabra. Desde Jerusalén fueron a Belén, es decir, desde lapalabra que les había indicado dónde estaba el Rey de los Judíos quebuscaban, hasta el encuentro con aquel Rey, que es al mismo tiempo elCordero de Dios que quita el pecado del mundo. También a nosotros senos dice aquella palabra. También nosotros hemos de hacer nuestraopción. En realidad, pensándolo bien, ésta es precisamente laexperiencia que hacemos en la participación en cada Eucaristía. Enefecto, en cada Misa, el encuentro con la Palabra de Dios nosintroduce en la participación del misterio de la cruz y resurrecciónde Cristo y de este modo nos introduce en la Mesa eucarística, en launión con Cristo. En el altar está presente al que los Magos vieronacostado entre pajas: Cristo, el Pan vivo bajado del cielo para dar lavida al mundo, el verdadero Cordero que da su propia vida para lasalvación de la humanidad. Iluminados por la Palabra, siempre es enBelén – la «Casa del pan» – donde podremos tener ese encuentro sobrecogedor con la indecible grandeza de un Dios que se ha humilladohasta el punto hacerse ver en el pesebre y de darse como alimentosobre el altar.¡Podemos imaginar el asombro de los Magos ante el Niño en pañales! Sólo la fe les permitió reconocer en la figura de aquel niño al Reyque buscaban, al Dios al que la estrella les había guiado. En Él,cubriendo el abismo entre lo finito y lo infinito, entre lo visible ylo invisible, el Eterno ha entrado en el tiempo, el Misterio se hace un niño recién nacido. «Los Magos están asombrados ante lo que allícontemplan: el cielo en la tierra y la tierra en el cielo; el hombreen Dios y Dios en el hombre; ven encerrado en un pequeñísimo cuerpoaquello que no puede ser contenido en todo el mundo» (San PedroCrisólogo, Serm. 160,2). Durante estas jornadas, en este «Año de laEucaristía», contemplaremos con el mismo asombro a Cristo presente enel Tabernáculo de la misericordia, en el Sacramento del altar.
[En italiano]
Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéisderecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús deNazaret, oculto en la Eucaristía. Sólo Él da plenitud de vida a lahumanidad. Decid, con María, vuestro «sí» al Dios que quiereentregarse a vosotros. Os repito hoy lo que he dicho al principio demi pontificado: « Quien deja entrar a Cristo [en la propia vida] nopierde nada, nada – absolutamente nada – de lo que hace la vida libre,bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de lavida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandespotencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistadexperimentamos lo que es bello y lo que nos libera» (Homilía en elsolemne inicio del ministerio petrino, 24 abril 2005). Estad plenamente convencidos: Cristo no quita nada de lo que hay de hermosoy grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para lagloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo.Os invito a que os esforcéis estos días a servir sin reservas aCristo, cueste lo que cueste. El encuentro con Jesucristo os permitirágustar interiormente la alegría de su presencia viva y vivificante,para testimoniarla después en vuestro entorno. Que vuestra presenciaen esta ciudad sea el primer signo de anuncio del Evangelio mediante el testimonio de vuestro comportamiento y alegría de vivir. Hagamos surgir de nuestro corazón un himno de alabanza y acción de gracias al Padre por tantos bienes que nos ha dado y por el don de la fe quecelebraremos juntos, manifestándolo al mundo desde esta tierra delcentro de Europa, de una Europa que debe mucho al Evangelio y a losque han dado testimonio de él a lo largo de los siglos.
[En alemán]
Ahora me haré peregrino hacia la catedral de Colonia para venerar allílas reliquias de los santos Magos, que decidieron abandonar todo paraseguir la estrella que los condujo al Salvador del género humano.También vosotros, queridos jóvenes, habéis tenido o tendréis ocasiónde hacer la misma peregrinación. Estas reliquias no son más que elsigno frágil y pobre de lo que ellos fueron y vivieron hace tantossiglos. Las reliquias nos conducen a Dios mismo; en efecto, es Élquien, con la fuerza de su gracia, da a seres frágiles la valentía detestimoniarlo ante del mundo. Cuando la Iglesia nos invita a venerarlos restos mortales de los mártires y de los santos, no olvida que, endefinitiva, se trata de pobres huesos humanos, pero huesos quepertenecían a personas en las que se ha posado la potenciatrascendente de Dios. Las reliquias de los santos son huellas de lapresencia invisible pero real que ilumina las tinieblas del mundo,manifestando el Reino de los cielos que habita dentro de nosotros.Ellas proclaman, con nosotros y por nosotros: «Maranatha» – «Ven,Señor Jesús». Queridos, con estas palabras os saludo y os cito para lavigilia del sábado por la tarde. A todos, ¡hasta luego!
[Traducción del original en alemán distribuido por la Sala de Prensade la Santa Sede]ZS05081807",0]

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