“Mi enemigo mortal” es
una novela de la escritora Willa Cather, en la que se narra la vida de un
matrimonio. Lejos de lo aparente de su título, no se narra una existencia
desgraciada marcada por malos tratos o el desencanto. Lo que recuerdo de
este breve y encantador libro es una historia romántica, real y llena de
humanidad, de una mujer y un hombre que se quieren profundamente, a pesar de
las adversidades y las limitaciones de cada uno de los dos.
El amor conyugal tiene
muchas facetas, desde afectivas hasta las efectivas. Hay que saber querer al
marido o a la esposa con sus defectos, siempre que estos no sean algo
claramente insoportable o denunciable. La escuela de la convivencia en las mil
pequeñas cosas de cada día es realmente una palestra de la forja de los
caracteres personales, que son el cañamazo y las raíces de la familia, aquel
lugar tan profundamente humano.
Compartir alegrías,
penas, fiestas, enfermedades y la vida cotidiana, puede muy bien ser una
escuela de generosidad donde se aprende a querer al cónyuge y a los hijos, si
vienen. Es esta precariedad la que puede ser transformada por un amor fiel. Y
esta fidelidad es la que otorga al matrimonio y a la familia su valía capital,
que hoy no puede darse por sobreentendida.
Hablar de los colores del
amor tiene tintes de una notable cursilada; pero puede no serlo tanto cuanto
caemos en la cuenta de que el blanco de la misericordia es el tono más propio
del verdadero amor, donde convergen el resto de las tonalidades. Es cierto
que el cariño familiar tiene que compaginarse con la justicia; como también lo
es que en la familia se va mucho más allá de lo meramente equitativo.
El cristianismo eleva a
sacramento la naturaleza del matrimonio, viéndolo como una imagen del propio
amor divino. La escuela del perdón y la generosidad es, pese a sus dolores, la
senda que lleva al manantial de alegría que solo la familia puede dar. En
alguna ocasión, insisto que no hablo de casos graves, uno puede ver al cónyuge
como “mi enemigo mortal” y, sin embargo, tantas veces es el amor de mi vida.
José Ignacio Moreno
Iturralde

