Una persona medianamente madura, conoce sus
puntos fuertes y sus debilidades. Se alegra de vivir y de ser como es; al
tiempo que es consciente de lo mucho que puede mejorar. Esta idea positiva y
modesta de sí misma, le lleva a manifestarse con naturalidad y equilibrio: en
la conversación, en la convivencia, y también en el vestido.
Si se vive con modestia, con alegría de
vivir y con la convicción de la grandeza y la fragilidad interior, el modo de
vestir puede ser atractivo e inteligente. Sería triste una persona que,
pudiendo no hacerlo, descuidara su imagen. Pero no es menos equivocado vestir
de un modo excesivamente provocativo. De esta manera se pretende exaltar el yo,
no se piensa en los demás, y se da una idea errónea y pasajera de la propia
identidad.
Puede ser más comprensible que personas
jóvenes, más inmaduras, tiendan a vestir provocativamente. Es lamentable la
dejación de autoridad que hacen sus padres al respecto. Más triste es aún ver a
personas mayores vestir con poca modestia. Por esto, en nuestro panorama
social, resulta especialmente atractiva la persona que, señora de su categoría
personal, viste con estilo y discreción.
Que cada quien vista como le parezca. Tan
solo quiero decir que la modestia es inteligencia, y que vestir
inteligentemente nos ayuda a todos a vivir la mejor de las modas: ser mejores
personas.
José Ignacio Moreno Iturralde
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