El avance científico y tecnológico parece reabsorber toda la ética en cuestiones biológicas. Los misterios del cerebro, todavía muy por investigar, parece que resolverán todas nuestras dudas sobre lo que somos. Las relaciones personales parece que se resuelven en tener más o menos simpatía con los demás; una simpatía casi química. Sin embargo, por ejemplo, rechazaríamos de plano la belleza de una mujer –hablo como hombre que soy- si supiéramos que es una persona peligrosa. Algo más frecuente: la atracción física sin vinculación ética tiene poco recorrido en el tiempo y acaba por ser aborrecible. Lo que quiero decir es que el aspecto moral es determinante a la hora de entender nuestra corporalidad y nuestras relaciones personales. Pienso que la ética y la libertad respecto a la biología, son como la luz respecto del aire. Por mucho que investiguemos en un laboratorio la composición de una molécula de aire no encontraremos ahí la luz. Aire y luz están íntimamente unidos, pero pertenecen a dos ámbitos distintos. Ocurre algo análogo entre el espíritu libre del hombre y su cuerpo. La relación es íntima y profundísima: ambos aspectos componen la unidad de la persona. Pero si consideramos que la ciencia y la fisiología son todo nuestro yo nos vamos a quedar más que a oscuras: nos quedaremos sin nosotros mismos.
José Ignacio Moreno Iturralde
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