Tuesday, September 16, 2014

La vida dura (en broma y en serio)

“Es frecuente sentir miedo a la dureza de la vida: estamos en un siglo en el que se rinde culto a la comodidad, al confort y a evitar todo esfuerzo. De esto a la blandenguería no hay más que un paso. Se comprende que una viejecita, un enfermo y una señora gorda tengan miedo al cansancio, al frío o al golpe; pero un mocetón joven que caiga en estos miedos merecería ser descalificado como deportista, como joven y como mocetón.

Las madres no siempre aciertan cuando toman medidas para que sus hijos estén sanos: tienen grandes sustos cuando se rompen un hueso porque no saben que, para un chico joven, romperse un hueso es cosa de dos semanas, y, en cambio, no se asustan cuando el chico se vuelve un perezoso sinvergüenza, cosa que a veces no se cura ni en seis meses. También se asustan cuando el chico enflaquece, y no se asustan cuando engorda, sin saber que esto puede ser grave.

La madre de un aviador amigo mío le despedía siempre diciéndole: vuela bajito y despacio, sin saber que estas dos cosas son las más peligrosas que hay en el vuelo. Por el contrario, hay que hacer ver a las madres, abuelas y demás personas tendentes a la blandura que el golpe, el rasguño, el rasponazo, el pellizco y el morrón son saludables porque activan la circulación de la sangre y dan agilidad.

El cansancio no sólo es bueno hasta el grado de resoplar, sino que sigue siendo bueno hasta grados mucho más elevados: lo que vulgarmente se llama agotamiento, no es más que un moderado principio de salud; no hay que preocuparse por él: afortunadamente estos avisos del cuerpo están puestos con un alto grado de seguridad, y están muy lejos de lo que podría ser perjudicial. Un hombre no se muere ni con el doble de esfuerzo que le ha hecho llegar hasta el agotamiento. Sabios investigadores aseguran que el hombre y el perro de caza por ahí se andan, y que a estos dos les conviene más bien estar “delgados y hambrientos”.

Cuando se mueve uno con cierta naturalidad en el mundo de los porrazos, arañazos, hambres, esfuerzos y similares, se descubre que no pasa nada, que luego se tiene un gran bienestar y sensación de equilibrio mental y muscular, junto con una gran predisposición a la alegría. Por el contrario, si uno se queda quieto y protegido leyendo toda una tarde, es fácil que se vuelva hipersensible, susceptible, temeroso de todo y termine por exigir agua tibia para lavarse.

La vida dura es muy saludable para la mente, hágase la prueba: escríbase en un papel la descripción de la actuación de un hombre con cierta culpabilidad y circunstancias atenuantes. Póngase a continuación el juicio que nos formemos y la sanción que le impondríamos. A continuación súbase un monte corriendo hasta llegar al agotamiento; bájese luego a tumba abierta y léase de nuevo el papel. Se verá como el juicio anterior aparece como injusto, y la sanción como el triple de la que merece de verdad.

Otra sencilla prueba puede realizarse cualquier día de esos en que a uno le parece mal todo lo que le dicen; basta meter los dedos en un enchufe y procurar mantenerlos unos segundos: se verá como en seguida se retorna a la normalidad (que consiste en que de cada tres cosas, dos parecen bien y una mal).Cuando uno llega a estos estados de susceptibilidad, en que casi todo resulta ofensivo, basta que pruebe a pegar puñetazos en la pared hasta llegar a que se marquen los nudillos: rápidamente mejora muchísimo. Si se llega a la indignación, puede salirse de ella con solo echarse un vaso de agua fresca por el cogote o dar unas volteretas por el suelo hasta que se inicie el mareo. Dos amigos pueden ayudarse mutuamente por medio de la bofetada estoica, juego persa que consiste en aguantar que el uno le dé al otro la bofetada del calibre que quiera para después escoger entre devolvérsela o retirarse; se recuerda que nunca puede uno retirarse después de dar: solo puede hacerse después de recibir.

Conviene no olvidar que la vida dura debe alcanzar muy especialmente a la alimentación: para ello es muy aconsejable el camping con avituallamiento irregular. Una situación conveniente puede ser la de tener que vivir varios días con arroz solo, el cual para variar se hierve a veces con piñas y otras veces con cardos: así el paladar se acostumbra poco a poco a gustar los suaves matices  de los sabores naturales, y luego se come con más apetito y aprovecha más a la salud. Para hacer más llevadero el ensayo pueden ponerse nombres franceses  a estos platos y escoger entre varios de ellos escritos en un papel.

La sed se domestica perfectamente mordiendo limones en vez de beber líquidos durante las travesías por lugares desérticos. El frío se combate muy bien con el deporte finlandés llamado panza-ski, que consiste en lanzarse por las laderas con la panza sobre la nieve: de esta forma siempre entra nieve por el cuello de la camisa y sale por los pantalones después de haber refrigerado la panza; recorridos así varios kilómetros, se puede llegar a la ciudad y mirar con una sonrisa a los que salen del cine con el cuello del abrigo subido. Si al final de la ladera hay un río o laguna helada, se puede romper el hielo con el mismo impulso que se llevaba, y para ello basta practicar el panza-ski en bañador. Se queda así inmune a los catarros durante tres meses; además, no se protesta cuando la calefacción se estropea.

En las épocas de falta de decisión o decaimiento moral es muy aconsejable poner el colchón de la cama al final del pasillo y llegar a él corriendo de forma que el salto mortal se inicie tres metros antes del colchón para quedar sentado en él. Se observa en seguida que cesa el abatimiento y se empieza de nuevo la vida con decisión y coraje.

En fin, la vida dura, en todas sus manifestaciones está al alcance de todos y si se usa a menudo se vive contento, se supera cualquier situación, y se hace uno mejor”. (Agapito Otiz, Folleto MC).


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