La razón, como una especie de luz interpretativa, es capaz de descubrir leyes generales a partir de situaciones particulares. El cerebro es la condición material que nos permite desarrollar este ingenio racional, capaz también de reflexionar sobre sí mismo y corregirse. La razón humaniza la realidad no solo haciendo técnica, sino también arte. El arte es una representación de lo real, incluso de modo simbólico. Esto va más allá de cualquier posibilidad exclusivamente material.
La vocación originaria de la inteligencia es la apertura a la realidad: un mundo que trasciende nuestra mente. Ciertamente entendemos según nuestro modo de ser, desde una posición limitada y concreta. Esta situación personal contrasta con la capacidad de abrirnos a la grandeza de la realidad, y de muchas de sus causas. Sin embargo, los errores de percepción y las experiencias difíciles, pueden llevarnos a un descontento por el mundo que nos rodea. Además, la razón tiene otra tendencia, opuesta a la apertura, por la que puede enroscarse sobre si misma, deformando la veracidad de la realidad. Esto puede llevar, sino se combate, a lesionar la condición originaria de la inteligencia, personal y socialmente.
La tendencia hacia lo real es la fuente de la creatividad y del progreso. Sólo así la mente humana seguirá siendo capaz de hacer cosas originales. Quizás el logro más interesante sea dar una respuesta personal, irrepetible, madura y feliz a la aventura de vivir.
José Ignacio Moreno Iturralde
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