Todo el mundo desea seguridad y bienestar.
Es bueno tener satisfacción familiar, profesional y de salud; pero es
importante pensar si esto es lo único que de hecho nos preocupa.
Necesitamos unas buenas relaciones
personales y familiares, una capacitación académica y un trabajo digno. Todo
esto supone mucha dedicación y esfuerzo, y merece la pena hacerlo. Pero hay
temporadas en que estas condiciones no se dan. Tener bienestar y comodidad es
solo una parte de la película de nuestra vida.
Nos hace falta tener un sentido profundo
de todo lo que hacemos. Aquí es donde juega un papel crucial la generosidad.
Ser generoso ante las necesidades de los otros no solo es dar de lo que nos
sobra, sino emplear la vida entera en una aventura de solidaridad con nuestros
semejantes. Esto no significa descuidar nuestros legítimos derechos y
necesidades; sino vivir por algo superior a una situación acomodada. La
generosidad no siempre es correspondida, pero la mayor satisfacción que produce
esta virtud es saber que he actuado con nobleza y valentía ante los problemas
del mundo. Hacerlo de un modo sensato es empezar por cuidar nuestras relaciones
más cercanas: familiares, laborales y sociales. Por tanto, quizás no se trata
de hacer cosas muy distintas, sino las que ya hago pero desde un nuevo enfoque,
que sin duda supone esfuerzo, pero que resulta liberador y portador de alegría.
La grandeza de todo esto reside en que se agranda nuestra capacidad de amar,
cosa que ayuda poderosamente a los demás.
José Ignacio Moreno Iturralde
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