Un animal macho se comporta como tal. Un
hombre no puede comportarse simplemente así. Si rebaja su dignidad personal,
termina siendo un machista. Ser un bestia y dejarse llevar por instintos de
macho, sin que medie el respeto y la razón, se hace patente en conductas
lamentables. De modo análogo, una mujer que se comportara como una simple
hembra, fomentaría una conducta penosa.
Ser masculino implica mucho más que ser
macho. Añade una dimensión psicológica y de conducta, con características
conocidas. Hay quienes dicen ver en esto estereotipos sexistas, y algunos
existen. Pero, hoy por hoy, no se me ocurre llevarle a mi padre un ramo de
flores por su cumpleaños. Lo masculino tiene sus propiedades específicas, en
parte permanentes y en parte cambiantes.
Los caballeros iban en otros tiempos a
caballo. Tenían una misión que requería ir más rápido y a mayor altura. Hoy
también se puede ver las cosas más ágilmente y con una visión panorámica,
procurando ser un hombre de bien. Lo caballeroso lleva en alto a la
masculinidad.
Un caballero es un hombre que respeta,
porque esta es la primera condición del amor. En primer lugar, tiene respeto
por sí mismo: por esto trabaja duro, e intenta tratar a otros como le gustaría
que le trataran a él. No se emborracha, porque le parece indigno de su porte el
perder la conciencia de un modo tan ramplón. Fomenta las virtudes humanas, como
la justicia y la templanza. Cuando se equivoca, como todo ser humano, pide perdón
y se levanta para seguir avanzando. Ve a las mujeres como lo que son, personas
dignas de ser admiradas. Si está casado, quiere a su esposa porque entonces ella
es el camino que él tiene que recorrer en su vida. Aunque puedan existir
dificultades, sabe descubrir en la sonrisa de su mujer algo inmensamente
valioso.
Un caballero se esfuerza; no es un
cobarde. Lucha, ante todo, contra sí mismo; para dar una respuesta positiva a
la vida que le ha sido otorgada. Se sabe hijo y se entiende enraizado con sus
padres y hermanos. Cuando las cosas se ponen difíciles, pide ayuda, juega en
equipo, y se da cuenta que en los momentos de apuro se puede sacar mucha
sabiduría. Por otra parte, eleva aún más su masculinidad, cuando ejerce la paternidad
sobre sus hijos e hijas. Les educa y les da ejemplo, dándose a sí mismo con
empeño, olvido de sí y alegría.
José Ignacio Moreno Iturralde
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