Friday, August 12, 2022

La luz en el dolor.

Puede ocurrir que un teórico del dolor sienta como un gran contratiempo un leve dolor de cabeza, o la falta de café en el desayuno. Pero además de teórico, se puede ser testigo de comportamientos ajenos muy ejemplares. Hay personas que, en las inmediaciones de su muerte, dicen palabras de ánimo, fe, esperanza y buen humor. Existen amigos que, viviendo en silla de ruedas, llevan su existencia con alegría y entereza. Tales actitudes no nos dejan indiferentes; no resultan absurdas sino llenas de sentido.

Recuerdo la conmoción que me produjo ver la cara de un enfermo de alzheimer avanzado, a quien se le llenó de ilusión el rostro al reconocer a su nieto. El dolor, ese desagradable compañero de la condición humana, tiene profundas enseñanzas. Todos sabemos historias de personas que han cambiado su jerarquía de valores, con motivo de algún tipo de severo contratiempo.

En el mundo, donde tantas cosas estupendas se dan por sobreentendidas, suceden desgracias. En ocasiones se trata de dramas espantosos: terremotos, guerras, y un sinfín de calamidades. En ocasiones son consecuencia de fuerzas de la naturaleza; otras veces se trata de la maldad humana colmada hasta límites que dan vértigo. Existen comportamientos tan aberrantes, que hacen considerar que la existencia la acción de una fuerza del mal sobrehumana puede tener una influencia real.

Por otro lado, es posible intuir que incluso en las condiciones más duras, hay personas capaces de encontrar una esperanza pura y fuerte, un ámbito de confianza, un don de paz y de ánimo. Es lo que ha sucedido muchas veces en el testimonio de los mártires, o simplemente en innumerables personas que han fallecido con serenidad rodeados por el cariño de sus familiares. El dolor extremo puede ser la ocasión para el vuelo más alto del espíritu humano. Por otra parte, toda esa serie de graves dificultades nos recuerda la insuficiencia de este mundo por sí mismo.

Hemos de procurar con decidido empeño el bienestar y la salud de todos, pero no siempre es posible. Es poco humano vivir como si el dolor no tuviera algún sentido, aunque en ocasiones no lo comprendamos. Además, no hay que esperar a los momentos difíciles para demostrar una gran categoría personal. Es más asequible y más práctico, afrontar las pequeñas dificultades de cada día con todo el salero y sentido positivo del que seamos capaces; o, al menos, intentarlo. Así sabremos trasmitir una escuela de vida y de luz para los demás, en las situaciones adversas y en las agradables.


José Ignacio Moreno Iturralde

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