Wednesday, August 17, 2022

La paradoja de la paz.

Todo el mundo desea una convivencia pacífica, como uno de los bienes sociales más preciados. Sin embargo, la guerra es una constante de la historia humana. También a nivel personal, la paz es un tesoro. Pese a esto, mantener un ánimo sereno de un modo habitual, es algo que no sale solo. Las adversidades exteriores y las ansiedades interiores no nos lo ponen fácil.

Un gran amigo me dijo una vez que los males del mundo eran la falta de moralidad y el exceso de ambición. Pienso que por moralidad se refería al esfuerzo por ser mejor persona. Respecto a la ambición es bueno tenerla, pero procurando que la avaricia no rompa el saco. Para tener un modo de vivir acertado, es precisa una referencia a la verdad de las cosas. Este realismo no supone una necesaria oposición a la subjetividad personal. La verdad, si sabemos entenderla, es la que nos deja tranquilos, con paz interior. Necesitamos vernos con una luz distinta a la nuestra para ser quien somos, como le pasa a la tierra respecto al sol.

En la paz se dan cita muchos factores: el esfuerzo personal y social, el equilibrio de intereses, la ordenación de las prioridades... Pero todo esto no es suficiente, como comprobamos una y otra vez. Además de a nuestros errores, esto puede deberse a que la persona humana no es un ser completo en sí mismo. Estamos diseñados para compartir y para confiar. Es una paradoja, pero solo estamos tranquilos cuando cedemos el timón de nuestra vida a alguien a quien queremos y en quien confiamos. Esto no supone una dejación de derechos, ni de responsabilidades, sino un modo nuevo de vivir libre y responsablemente.

Por esto hemos de pensar en quién hemos puesto nuestra confianza; porque si acertamos, tendremos la paz que el mundo no puede dar.


José Ignacio Moreno Iturralde 
 

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