La noche de los Reyes
Magos es algo mágico, gozoso y
familiar. Una infancia feliz es uno de los grandes tesoros de esta vida. El
gozo y la seguridad de niños y niñas que se saben queridos y protegidos por sus
padres, es algo de un valor incalculable. Esos hijos tienen las referencias más
sólidas para lanzarse a la aventura de vivir, porque la familia es la raíz del
cariño y de la educación. En la familia hay igualdad y diferencia, justicia y
amor, alegrías y enfados. El hogar familiar es el lugar en el que se quiere a
cada uno por sí mismo; por esto, querer a la familia es el mejor modo de querer
a la humanidad. Pero ese clima familiar, en el que da gusto estar, es
consecuencia de la entrega, de la abnegación de padre y madre, de un cariño
gozoso y sacrificado de los cónyuges entre sí y para con sus hijos.
La crisis que padece hoy la institución familiar es un grave
problema de humanidad y de civilización. Un individualismo acerado se alía con
una idea del amor rebajado a un puro sentimiento que, como tal, es pasajero.
Ciertamente hay situaciones familiares insostenibles y delictivas. Pero en
muchos casos las rupturas familiares nacen del egoísmo y de no entender que la
fidelidad es el nombre del amor en el tiempo, como decía Joseph Ratzinger. Hace
falta acoger el amor divino para rejuvenecer y acrecentar el amor humano,
porque ésta es la única escuela que asegura que la generosidad y la bondad
tendrán la última palabra. Por este motivo el amor nunca pasa y, si pasa, no es
amor. Amar supone aprender a convivir, a perdonar, y a pedir perdón. Como es
lógico, el matrimonio es algo libre y hay personas que no se casan y pueden
vivir una vida generosa, haciendo mucho bien a sus semejantes.
El común acuerdo sobre la identidad del matrimonio y la familia que favorecía socialmente el desarrollo de la misma, ya no existe en la opinión pública de Occidente. Pero el ser humano es profundamente familiar, y tendrá que redescubrir algo que necesita tanto como su corazón. Maternidad, paternidad y filiación son dimensiones fundamentales de nuestro modo de ser. Cualquier madre hace por su hijo lo que haga falta. Si a un gordo español, mientras ve un partido de fútbol, le dicen que su hija está en peligro, se transforma de inmediato en algo mucho más serio y verdadero que un super héroe.
Siguen existiendo muchas familias generosas, fieles y ejemplares. Por otra parte, todo aquél que atraviesa problemas familiares puede tener esperanza en algún tipo de solución. Quizás haya que sufrir y esperar hasta llegar a una situación novedosa e insospechadamente positiva. Pero tenemos que redescubrir la grandeza de la familia entendida como la unión entre una mujer y un hombre, abierta a la vida de los hijos. Sólo así existirá la alegría profunda en el corazón de los hombres y de los niños; sólo así podemos ser plenamente humanos. De esta manera los padres y madres seguirán siendo unos auténticos reyes, con la mejor y más simpática de las magias.
José Ignacio Moreno Iturralde
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