Entre ser y no ser, no
cabe el término medio. Otra cosa cierta es que hay muchos modos de ser; uno de
ellos es el humano. Por tanto, no se puede ser humano a medias.
La dignidad humana, desde
diversas perspectivas, reconoce el valor de cada vida de uno de nuestros
semejantes. Este valor incondicional se basa en nuestra peculiar identidad,
capaz de construir la propia vida, hasta cierto punto, con libertad. De este
modo, cada ser humano es único, irrepetible.
Un enfermo que ha perdido
su conciencia o una persona mayor con severos límites de autonomía, no dejan de
ser humanos. Del mismo modo, un ser humano en gestación no deja de ser humano.
Reducir la dignidad humana a los momentos de plenitud y salud supone adulterar
por completo el concepto de dignidad.
Las causas tienen
estrecha relación con los efectos que producen. Cuando sale el sol tenemos luz
natural, que disminuye notablemente con la llegada de la noche. Si nuestro modo
de ser humano es libre y racional -capaz de conocer ideas o leyes-, no puede
tener un origen exclusivamente bioquímico y fisiológico, por muy unida que
nuestra mente lo esté con el cuerpo. Somos seres capaces de salir de nosotros
mismos y de ponernos en el lugar de la realidad, especialmente de los demás.
Está capacidad humana es propia de un ser que, además de material, es al mismo
tiempo espiritual. Este razonamiento conduce, para quien no tenga prejuicios a
la hora de pensar, a un origen espiritual del ser humano, superior a toda
materia. Esto realza el valor y la dignidad de todo ser humano, enlazando
nuestras vidas y haciéndonos responsables unos de otros.
Una sociedad más justa,
honrada y humana, constituye un mundo en el que todo ser humano es valorado,
acogido y cuidado, pese a los esfuerzos que esto comparte. Limitar la identidad
de ser humano a los que tienen fuerza y capacidad de decisión, supone
deshumanizarnos. Ayudar a cada uno y a cada una en el camino de su vida,
sabiendo que todo ser humano merece un respeto, fomenta una cultura del cuidado
en la que se basa un verdadero progreso.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment