Si alguien nos preguntara si estamos seguros de que
nuestra madre lo es realmente, le miraríamos con extrañeza. Y si persiste en su
pregunta, probablemente le invitaríamos a que no siguiera por ese camino. Si un
novio le exigiera a su novia, o al revés, en varias ocasiones, los tickets de
unas compras para verificar la cuantía del gasto, esa relación tiene poco
futuro. A las personas a quienes más queremos no les pedimos evidencias. Esto
pone de manifiesto que hay verdades, y verdades importantes, que van más allá
de lo evidente.
La evidencia, según la Real Academia de la Lengua
española, es la certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar.
Se trata de una seguridad incontestable acerca de algo, como la que tengo de
que estoy respirando aire. Sin embargo, en nuestra sociedad se ponen cada vez
más en duda muchas evidencias; y esto ocurre cuando se juegan intereses
personales. Un alumno que está copiando puede poner una teatral cara de
asombro, si el profesor le pide que le enseñe la cajonera donde tiene una
espléndida chuleta. Un futbolista es capaz de propinar una patada notable a un
contrincante, e inmediatamente esbozar un gesto de absoluta inocencia. Esto ha
ocurrido siempre; pero el mundo actual se pierde cada vez más en un mundo de
opiniones, que al interesado le parecen evidentes, porque se ha deteriorado la
confianza de llegar a la verdad. Incluso hay quienes niegan rotundamente la
existencia de cualquier verdad. El antiguo, lógico y evidente razonamiento que
les dice “si niegan la verdad, están diciendo como verdad que no existe la
verdad”, parece no convencerles. Quizás sea porque no se trata de un argumento
poco emocional, o aburrido, o sencillamente porque no les interesa pensar.
Buscar evidencias
es un afán positivo que ha servido para el desarrollo de innumerables y
beneficiosas ciencias. Pero reducir el conocimiento humano a lo que es
evidente, supone sostener un empirismo que niega incluso las propias bases de
toda ciencia experimental. Aunque lo evidente es que las manzanas se caen de un
árbol, la ley de la gravedad no es evidente; sin embargo, Newton la formuló, y
se trata de una ley real. Afirmar que el alma no existe porque no se ve es algo
tan ridículo como pensar que el pensamiento no existe porque tampoco se ve.
Descartes buscó
una primera evidencia y la encontró en su famoso “pienso luego existo”. Puede
que esto parezca evidente, pero es más verdadero que existo luego pienso. Se
trata de algo que puede comprobarse cuando nos despertamos cada mañana. Por
cierto, la citada máxima de Descartes “pienso luego existo” no es correcta,
porque gracias a que conocemos algo del mundo exterior, somos capaces de pensar
en nuestro propio pensamiento…Es decir: porque pienso en algo del mundo
exterior a mí, luego soy capaz de pensar en mi propio pensamiento.
La filosofía
moderna ha dado una gran importancia a la conciencia. Se trata de un logro
positivo siempre que la conciencia no pretenda sustituir a la realidad. Las
afirmaciones de algunos líderes políticos actuales parecen pretender construir
el mundo con sus afirmaciones, como si no hubiera algo más allá de esos
intereses.
La crisis del
amor por la verdad ha replegado al hombre en sus circuitos emotivos y
psicológicos como si fueran éstas las fuentes de las que manan la única
autenticidad aceptable. Por esto también se pierde la noción de qué es un
verdadero amor, cuando la respuesta es clara: el que nos hace ser mejor
personas.
Algunos hablan de
que estamos en “la era de la post verdad”, pero no se trata de una era
original. Todos los sofistas que vieron en Sócrates un peligro, ya estaban
instalados es la post verdad, hace veinticinco siglos. Siempre que no se quiere
afrontar las exigencias de la verdad, hay un repliegue hacia el mundo de
afectos e intereses individuales. Se confunden las evidencias con los estados
de ánimo, en vez de supeditarlas a un conocimiento de la realidad,
independiente de mis emociones.
Mi madre no lo es
porque yo quiera, aunque en muchísimos casos ella es una de las verdades que
más quiere un hijo o una hija.
José Ignacio
Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment