Monday, August 05, 2024

La sencillez como actitud para el conocimiento




La sencillez puede que no sea tan sencilla. Vamos a poner un ejemplo para ilustrarlo. Supongamos un rectángulo que tiene una cuarta parte pintada de azul. Intentemos dividir la parte que no es azul en dos partes iguales; después en tres partes iguales -estas dos fases son muy fáciles-, y más adelante en cuatro partes iguales -esto ya es más complicado-. En el primer dibujo, esas cuatro partes están representadas con diversos colores.

Para alguien que hubiera logrado la fase anterior, supondría un nuevo reto sería intentar dividir la parte del cuadro no azul en cinco partes iguales… Pero imaginemos que ahora, borrando el anterior, le ponemos otro rectángulo totalmente en blanco. Al llegar a este punto, recuerdo que un joven universitario que había terminado el Grado en Matemáticas con premio extraordinario, se puso algo nervioso haciendo cálculos sin conseguir un resultado. Esto le sucedía porque había dejado de mirar la realidad. Seguía pensando en un rectángulo con una cuarta parte pintada de azul, en vez de darse cuenta de que ahora estaba totalmente vacío. Tenía un auténtico prejuicio que le impedía ver el cambio sencillo que la realidad ahora le ofrecía. La solución era muy sencilla: dividirlo en cinco partes -como vemos en el otro dibujo-.

En ocasiones, nos puede suceder lo que al joven matemático. Nuestras componendas mentales nos impiden ver la realidad con sencillez. Ser sencillo no es suficiente para desentrañar el sentido de las cosas, pero supone el inicio adecuado para el conocimiento.

Uno de los aspectos de la sencillez es el de ser una disposición para adecuar nuestro pensamiento a la realidad. Cuando esto se pierde, cuando casi todo se resuelve según la propia subjetividad e interés, la complejidad se multiplica, y sus consecuencias también.

Es cierto que caben muchas opiniones sobre múltiples aspectos de la realidad. Pero una cosa es entender la opinión como una perspectiva de la realidad, y otra muy distinta es que no hay más realidad ni verdad que lo que mi opinión afirma. Por esto el realismo, la prioridad de la realidad sobre la razón, es la mejor mesa de diálogo y pluralismo.

Con frecuencia nos falta sencillez a la hora de examinar nuestro propio comportamiento y el de los demás. Llamar al pan, pan; y al vino, vino, requiere de sencillez, honradez y fortaleza de juicio.

La sencillez otorga también una gran fortaleza interior porque ayuda a mantener nuestra unidad. Una persona sencilla es más sólida, menos quebradiza. No da excesivas vueltas a las cosas, ni a sí misma: y esto le ayuda a ganar mucho tiempo y eficacia. La sencillez no es una simplicidad paleta y elemental, sino la virtud por la que el sentido del mundo y de la propia vida personal se va esclareciendo cada vez más. Por esto, la sencillez ayuda a ser feliz a quien se esfuerza por vivirla.


José Ignacio Moreno Iturralde

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