Sunday, August 15, 2021

Lo que los alumnos pueden enseñar a un profesor


Un profesor tiene varias fuentes de conocimiento: su propia experiencia vital, compañeros competentes, buenos libros, y sus alumnos. Dar clase tiene poco que ver con estar frente a un ordenador, aunque éste se utilice en la docencia. Un grupo de jóvenes están mirando quién eres, cómo piensas, si sabes de lo que hablas y si crees en lo que dices. Uno de los sentidos más destacados en la juventud es el de la justicia y el de la imparcialidad del profesor. Pero antes, está el de la autoridad. Que los alumnos pongan a prueba la autoridad del profesor no significa que la desprecien, sino que quieren ver si la tienes para poder sentirse sinceramente protegidos por ella.

Cuando un alumno o alumna nota que le interesas y que estás dispuesto a ayudarle a superar la asignatura lo mejor posible, reacciona de un modo positivo siempre. Aunque esta respuesta puede no ser inmediata y tardar en el tiempo. Un profesor tiene que saber de lo que explica, sin conformarse con lo que ya sabe. Lo que ocurre es que a veces no damos con la tecla adecuada, para que los alumnos también participen en la construcción del conocimiento. Por poner un ejemplo: sabemos enseñarles a tocar la guitarra; pero es menos frecuente que saquemos tiempo e ingenio para hacer que el alumno sepa componer sus propias canciones. Ciertamente esto les puede ocurrir más adelante, en la vida profesional. Pero pienso que deberíamos intentarlo más veces en la escuela. Es difícil que a un alumno se le ocurra una nueva ecuación matemática, aunque no es imposible. Lo que sí es asequible es educarles de tal manera que ellos puedan expresar sus puntos de vista, sus opiniones, así como que realicen trabajos creativos, donde saquen a relucir su potencial. Es una pena cuando en un colegio no se detectan los puntos fuertes de un chico o una chica, porque los tiene. Llevo muchos años dando clase y pienso que no hago un planteamiento ingenuo. Los profesores han de exigir, y esto cuesta a los alumnos. Pero todo joven es un ser libre con ganas de saber y de hacer cosas valiosas en la vida. Si alguien tiene la visión de una juventud apática, lúdica, atontada y sin nervio, es importante que no se dedique a la docencia o que cambie de óptica. El ser humano es el que es y el que puede llegar a ser. El afán por la verdad es más fuerte que la capacidad de mentir, como el afán de querer es más fuerte que el de odiar. Esto no se cumple en todas las personas, pero sí en una gran mayoría. Hay que creer en los alumnos, exigirles, comprenderles, potenciar su creatividad.

Las tecnologías tienen que ayudar, y no sustituir, al estudio. Hemos de educar a jóvenes libres, con personalidad, con capacidad de tener ganas de hacer cosas interesantes en la vida. Pese a los inconvenientes, en la educación no solo hay que enseñar sino que también  hay que creer en quienes son nuestros alumnos. Habrá días que con sobrevivir a las clases será bastante; pero no todo, ni siquiera la mayor parte, es supervivencia en educación.

Hemos de enseñar que tener fragilidades es propio del ser humano, como lo es también superarlas. Si los estudiantes ven que metemos la pata no es ninguna deshonra, todo lo contrario, que les pidamos perdón; esto enseña muchísimo. Los alumnos y alumnas no son unos pelmazos, sino chicos y chicas con sangre en las venas, ganas de vivir y una libertad que no se pliega simplemente por obligación, sino por empatía y admiración. Hemos de aprender también de las capacidades y virtudes de los alumnos, para poder enseñarles eficazmente.


José Ignacio Moreno Iturralde

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