Friday, August 13, 2021

Disponibilidad en la familia


Siendo pequeño y adolescente, cuando llegaba a casa siempre había   alguien. Mi padre tenía un buen trabajo que le dejaba tiempo para la familia, y mi madre era ama de casa. Se lo agradezco inmensamente a ambos. Actualmente esto no es sencillo. La incorporación de la mujer al mercado laboral es un logro social estupendo que hay que desarrollar. Pero los horarios de trabajo son frecuentemente extensos y es necesario ser profesionales competentes. Sin embargo, la competencia más valiosa es la familiar. Habrá que ingeniárselas para dedicar tiempo diario a las personas que más queremos. A veces es cuestión de virtud: tener prioridades, ser diligentes y saber renunciar, en ocasiones, a oportunidades que puedan hacernos perder el tiempo adecuado para el cónyuge y los hijos.

Junto a Soto del Real, un pueblo madrileño al que mi familia iba con frecuencia, hay una montaña llamada la Najarra. Es bonita, discreta, grande, pero no muy elevada. Es la protectora de aquellos parajes que derivan en bonitos lugares como La Pedriza o el nacimiento del río Manzanares. No suele uno reparar mucho en esa montaña, pero siempre está ahí surtiendo de agua y vegetación a su valle. Esa montaña me recuerda a la figura del padre: el que sabe “estar ahí”, donde le necesitan. Se trata de un hombre que ha decidido pensar en los suyos más que en sí mismo… se dice pronto. Los hijos no quieren “superpadres” inasequibles, que compensen sus ausencias con  regalos. Lo que quieren es tener a su padre cerca, gozar de la seguridad de su cariño, de su consejo y de su exigencia. En la inevitable búsqueda de identidad personal de la adolescencia, el padre puede verse superado por un ciclón indomable. Habrá que procurar mantener la calma y saber que el chico o la chica están en un periodo de “aclarado”, dando vueltas como una lavadora, en expresión del doctor Jesús Poveda. Muchos de sus desacatos a la autoridad son una   inconsciente manera de decir “ponme límites, edúcame, pero entiéndeme”. No es tarea fácil desde el momento que ni el joven se entiende a sí mismo. Pero las milenarias generaciones han ido solventando el problema, mayoritariamente con éxito.

La comprensión de la madre, su saber conocer el mejor tú del hijo o de la hija, es algo tan necesario como la luz. Su sonrisa es lo primero que vio su bebé en este mundo, tras el esforzado nacimiento. La madre es la que de modo primordial nos da a entender nuestra identidad más profunda: ser hijos. La valoración y protección de la figura de la madre pone en juego nuestra humanidad. Ningún hombre es un fracasado si tiene una madre que le quiere. Ella es el arranque de la vida y el futuro personal de su hijo. Su saber componer, animar, nutrir, vestir, trabajar y sonreír es el suelo donde los hijos ponen en juego su vida. Es posible que haya personas a la que estas frases les parezcan antiguas. Personalmente pienso que son presentes y futuras, pues solo un mundo en el que se venere y realce la figura de la madre es un mundo verdaderamente humano.

Una madre buena es, además, la mayor fuente de enseñanza para desenvolverse en la vida, dando frutos desde unas raíces sólidas y llenas de vida. 


José Ignacio Moreno Iturralde

No comments: