Thursday, August 05, 2021

La admiración como principio del conocimiento


Si conozco a una persona encantadora me quedo admirado. Cuando he dejado de verla, seguramente me agradará volver a coincidir con ella. Pues bien, mi primera reacción cuando la vi no fue preguntarme “¿por qué existe esa persona?”; simplemente me gustó conocerla. Cuando un bebé sonríe a su madre no parece que se haga muchas preguntas, pero su actitud es muy significativa. Otro ejemplo: si una noche me da por mirar estrellas con un telescopio, me asombro ante el universo. Las preguntas sobre el sentido de todo esto podrán venir después, en un segundo momento.

La primera apertura del ser humano a la realidad se basa en un conocimiento contemplativo. Tal contemplación proviene de la tendencia a conocer la existencia de la realidad, su verdad, bondad y belleza. No siempre resulta fácil esta admiración, por diversos motivos subjetivos u objetivos. Puedo tener cansancio, desgana, o simplemente no ver nada destacable al contemplar, por ejemplo, un vertedero. Aunque las personas más creativas pueden ver lo más elemental desde un ángulo distinto; incluso ser capaces de trascender un estado de ánimo adverso en un toque de indudable originalidad.

Valorar mucho la existencia normal y corriente es una sabia actitud, incluso puede ser un hábito que surge del esfuerzo por buscar y vivir lo verdadero y lo bueno. El asombro lleva al agradecimiento, que es un aspecto importante de la felicidad.

Una persona enseña más por lo que vive que por lo que sabe. Si queremos educar tenemos que aprender a ser unos entusiastas de lo que enseñamos, pero antes hemos de serlo de la propia vida. Para esto hay que buscar motivaciones profundas basadas en la realidad y no solamente en los volubles estados de ánimo.


José Ignacio Moreno Iturralde

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