Los avances de
la física han hecho modificar una visión fija del espacio y del tiempo. Existen
diversas interpretaciones del universo que distan mucho de plantear teorías
definitivas. Veamos si la filosofía puede aportar un poco de luz a una
interpretación actual del espacio y del tiempo.
El tiempo es
una medida del cambio. El tiempo está íntimamente unido a la materia. La propia
teoría del Big Bang, la explosión inicial que daría origen al universo, nos
hace entender que espacio y tiempo están unidos íntimamente.
El tiempo
anuda el pasado, el presente y el futuro, como señaló San Agustín. El ser
humano, por su capacidad racional, puede evocar el pasado y entender desde el
presente su libertad hacia el futuro. El carácter biográfico de la vida humana
nos hace capaces de proyectarnos en el tiempo, aunque estemos inmersos en él.
Esto significa que no solo somos materia y tiempo, sino que hay algo inmaterial
y espiritual en nosotros mismos. El escritor C.S. Lewis afirmó que “el instante
es el punto de encuentro entre el tiempo y la eternidad”.
Sin embargo,
hay prestigiosos autores que plantearon ideas muy distintas a las de un espacio
y un tiempo abiertos a la trascendencia. Kant (1724-1804) revolucionó la
interpretación clásica de la filosofía sobre el universo. Este autor consideró
que el espacio y el tiempo eran formas de nuestra sensibilidad para conocer los
fenómenos de la realidad. Para entender esta afirmación estudiaremos más
adelante algo de su filosofía. Para Kant, por extraño que parezca, el espacio y
el tiempo están dentro de nosotros. Una aproximación incompleta a su
pensamiento sería decir que nosotros conocemos la realidad según unos esquemas
previos de conocimiento, entre los que están nuestro modo de interpretar el
espacio y el tiempo.
El
existencialismo, una corriente de pensamiento del siglo XX, puso el acento en
la temporalidad del ser humano. Heidegger (1889-1976) afirmó una interpretación
del ser que viene a identificarse con la historicidad de la historia; es decir:
con el tiempo. Otros autores como Sartre[1]
(1905-1980) defendieron un existencialismo abiertamente ateo, donde el hombre
es tan solo lo que haga con su tiempo.
Desde el punto
de vista de la física, Einstein, en el siglo XX, modificó el concepto del
espacio y del tiempo mediante su teoría de la relatividad. Expliquémoslo con un
ejemplo. El movimiento de un cuerpo (por ejemplo: un balón lanzado por un niño)
dependerá del lugar dentro del que se mueva (por ejemplo: un tren). Ese vagón,
a su vez, se mueve con una velocidad. Para un observador, que vaya dentro del
tren, el balón tarda un tiempo X en hacer un movimiento. Pero para un
observador que esté en la estación, por la que se mueve el tren, la velocidad
del movimiento del balón y el tiempo que invierte en su movimiento es distinto
a X. Es decir: el tiempo y el espacio son relativos a la referencia desde la
que se los mida.
La única
referencia constante del universo es la velocidad de la luz: 300.000 km/s.
Además, la materia y la energía son dos estados de una misma realidad según la
famosa ecuación Energía = masa x velocidad de la luz al cuadrado.
Por otra parte, la masa y la luz puede ser alterada por fuerzas gravitatorias
que llegan, en ocasiones a curvar la trayectoria de la luz.
Toda esta
nueva versión del universo enriquece la visión filosófica del espacio y del
tiempo, no lo anula. El espacio se da donde hay materia, y el tiempo es la
medida de los cambios materiales, como antes dijimos. El universo puede
albergar múltiples espacios donde hay cuerpos que se mueven a diversas
velocidades y que emplean distintos tiempos según el lugar desde donde los
observemos. Pero el universo no está en
ninguna parte: no es relativo a ningún lugar fuera de sí mismo. Sí que puede
ser relativo a una causa trascendente a
él, que lo haya hecho existir. Se trataría de una causa inteligente que está
más allá del espacio y el tiempo, y que es coordinadora de los diversos
espacios y tiempos que se dan en el universo. Pongamos un ejemplo: en un DVD pueden
haber diversas pistas de reproducción, variadas velocidades y tiempos de
representación. Incluso hay distintos lenguajes de expresión. Pero todos estos
submenús tienen un principio ordenador común, cuyo origen trasciende o va más
allá del DVD.
Otra cuestión
contemporánea de la Física es la teoría del caos. Muy resumidamente viene a
decir que una pequeña variación de condiciones, al comienzo de un proceso,
puede tener al final del mismo grandes consecuencias. Se pone el ejemplo típico
de que el vuelo de una mariposa puede tener que ver, a lo largo del espacio y
del tiempo, con un tifón al otro extremo del mundo. Un ejemplo más cercano y
realista es la dificultad para prever con total exactitud el tiempo atmosférico
en un futuro próximo. La física no puede contener todas las variables posibles
de la naturaleza y, se dan con frecuencia cambios inesperados en las
predicciones. Una interesante implicación filosófica que se desprende de esto
es la negación de un determinismo –una explicación rígida- para prever el
futuro de lo que sucederá en el espacio.
La
visión de la física se mueve en el ámbito de cómo funciona el espacio y el
tiempo, pero no de por qué existen, ni de cuál es su finalidad. Las visiones de
las distintas filosofías sí que intentan responder a estas preguntas
meta-físicas (que van más allá de la física), bien sea dando una respuestas o
bien diciendo que no hay respuesta posible. Vamos a volver, a continuación, a
un tipo de explicaciones filosóficas que afirman el sentido metafísico del mundo.
La materia es
infinitamente divisible pero siempre está finitamente dividida. Algo similar
ocurre con los periodos temporales. Las matemáticas no logran agotar la
realidad de la materia y del tiempo.
El tiempo es la medida del cambio según una cierta permanencia. Este
cambio supone, en definitiva, una finalidad previa al movimiento, como vimos
antes. Relacionemos ahora los términos espacio, tiempo y finalidad mediante un
ejemplo. Si trazamos una línea en una pizarra ocupamos un espacio de ella, invirtiendo
un cierto tiempo en pintarla. Pero la finalidad con la que hemos trazado esa
línea, está en ella y en la mente del que la pinta. La continuidad del espacio
y el tiempo se puede entender más profundamente desde la noción de finalidad.
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