Thursday, December 29, 2022

Dar la vuelta al corazón.

Ponerse en el lugar de la realidad es el único modo de entenderla. Sólo así, con el paso de los milenios, los seres humanos se dieron cuenta de que era la tierra la que giraba alrededor del sol; y no al revés, como parece evidente. Esta lógica inversa es la más recta, especialmente cuando se trata de relacionarnos con nuestros semejantes. Sin embargo, aunque nos damos cuenta de la importancia de razonar en función del mundo que nos rodea, nos resulta costoso admitir que, algunas veces, las cosas no son como quisiéramos.

La sensatez de dar la vuelta a la razón, para que ella misma encuentre su genuina identidad, es también aplicable al corazón. Necesitamos ser queridos, ansiamos ser felices y sentirnos bien; pero con frecuencia no sabemos hacerlo. Nuestro corazón tiene una especie de campo gravitatorio que tiende a apropiarse de lo agradable y a expulsar lo que no nos satisface. Pero esta tendencia, siendo necesaria, no es la única. El corazón humano se realiza más cuando da, que cuando recibe. Somos capaces de disfrutar de un paisaje valorando la naturaleza por sí misma, al margen de cualquier interés. También estamos en condiciones de esforzarnos, y esto es clave, en afirmar y mejorar la vida de los demás; también cuando no obtenemos ningún beneficio propio. Por este motivo, las personas generosas son mucho más felices, aunque sus vidas quizás no sean muy confortables.

Cuando queremos a quienes nos rodean, con sus puntos fuertes y sus limitaciones, bombeamos sangre limpia a la familia, a los amigos y al entorno social. Sin dejar de defender nuestros derechos y denunciar a quien lesione seriamente la justicia, la persona de corazón grande quiere activamente el bien de sus semejantes, pese al esfuerzo que esto suponga. Es así como uno se percata de la sensatez de la regla de oro de la moral: trata a los demás como quieres que te traten a ti. En este ejercicio virtuoso, que puede parecer un cierto auto vaciamiento, encontramos una identidad renovada y fortalecida. Es entonces cuando entendemos nuestra vida como una misión que nos relaciona con todos, y con una verdad personal enorme que sostiene y da plenitud a todas las relaciones interpersonales. Se comienza entonces a percatarse de que, en cualquier circunstancia, no solo soy, sino que soy incondicionalmente querido.


José Ignacio Moreno Iturralde

 

No comments: