La revolución francesa de 1789 supuso una
erupción violenta del deseo de libertad. Fue un
proceso de convulsión civil, ataque al cristianismo, numerosos asesinatos de
ciudadanos franceses, así como de guerras con otros países europeos. Los éxitos
de Napoleón fueron definitivamente frenados en el Congreso de Viena de 1815,
por la Europa de la Restauración. Sin embargo, la radiación de libertad
política y democracia fue repitiéndose en 1820, 1830, 1848 y 1870. En esta
última fecha, se produjo la unificación de Alemania e Italia. El
parlamentarismo ya había triunfado en varios países.
Un proceso posterior, de acusado nacionalismo y de militarización, terminó con el desastre de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Alemania fue vencida y humillada. Estados Unidos experimentó un bienestar económico, hasta llegar al crak de 1929. Se originó una crisis económica mundial, que influyó duramente sobre Alemania.
Los movimientos fascistas avanzaron. El nazismo se hizo con el poder en Alemania, hasta llegar a provocar la espantosa Segunda Guerra Mundial (1939-1945), donde los alemanes volvieron a ser derrotados. Se crearon dos bloques en el mundo: el liderado por EEUU y el que seguía los dictados de la URSS, que extendió un dominio indirecto sobre varios países europeos próximos a sus fronteras.
En la Europa libre se fue gestando la Unión Europea, con el noble empeño de que los antiguos enemigos, como Francia y Alemania, colaboraran en un proyecto común. Actualmente se trata de una realidad, pese a que Reino Unido se separara en 2016 por motivos económicos.
La revolución estudiantil francesa de 1968 tuvo una gran influencia social. Su lema era “prohibido prohibir”. La libertad no debía ser frenada por antiguas imposiciones morales y culturales. Un proceso paralelo se dio en EEUU, con el movimiento hippy y su lema “haz el amor y no la guerra”. Estos movimientos más la invención de la píldora abortiva llevaron a la llamada revolución sexual, donde se desvinculó la sexualidad de la paternidad. Este proceso ha ido extendiéndose. Algunas de sus manifestaciones son: millones de abortos voluntarios anuales, multiplicación de divorcios y separaciones matrimoniales. Desde hace relativamente pocos años existe una propaganda mundial acerca de que la sexualidad propia es moldeable o cambiable, según el interés del individuo. Este no es un modelo de vida seguido por la mayoría de las personas, pero ha calado de un modo profundo en la sociedad, por la complicidad de grupos de presión y organizaciones internacionales. Por ejemplo, España, donde existen una amplia mayoría de familias naturales (madre, padre, hijos), se ha convertido en una sociedad abortista, divorcista, y con leyes de ideología de género o LGTB, que partidos en el poder están imponiendo incluso en la escuela pública de un modo obligatorio.
El acceso a internet y los dispositivos móviles ha supuesto una revolución de la comunicación. Sus ventajas son notorias, pero también lo son sus inconvenientes. La conexión no se puede confundir con la compañía personal. También hay que tener en cuenta que, a más técnica, hace falta más ética. Muchos jóvenes y no tan jóvenes, si no se les educa en el uso de las pantallas, pueden sufrir un proceso de degradación ética y personal.
El mundo occidental sigue defendiendo
especialmente el valor de la libertad, pero se nota un desarraigo de esta
noción respecto a su origen, la naturaleza humana, y a su fin, el bien moral.
De todos modos, la idea de la dignidad humana, de origen cristiano y refirmada
por la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, sigue siendo un valor
importante en la cultura de Europa, como se está viendo respecto al apoyo que
los países occidentales están dando a Ucrania, desde que fue violentamente
invadida por Rusia en febrero de 2022.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment