Ninguna cosa de la
realidad se ha diseñado a sí misma. Aunque tenemos libertad para desarrollarla,
tampoco los seres humanos hemos ideado nuestra propia naturaleza. Por tanto, el
sentido de cada ser que vemos, también el nuestro, está antes fuera que dentro
de sí mismo.
Los seres humanos
necesitamos unos de otros. Cuando estamos en un ambiente familiar o de amistad,
nuestra propia identidad se refuerza en relación con los que nos rodean. Además,
la persona que piensa habitualmente en los demás y hace que su vida sea una
ayuda para los otros, vive más feliz y bastante liberada de un desordenado amor
propio.
Las cosas del mundo, por
lo que vimos al principio, se relacionan con un primer origen que las
trasciende. Este origen está en el mundo y más allá del mundo, como los rayos
del sol que iluminan la tierra. La realidad esconde el misterio -μυστήριον
(mystérion) en griego, sacramentum en latín- de su sentido. Se trata de un
misterio grandioso, que nos es muy cercano: merece la pena encontrarlo.
José Ignacio Moreno
Iturralde
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