Sunday, April 16, 2023

La causa profunda de una falsa igualdad.


Es admirable observar la preocupación que muchos sectores de la política y de la opinión pública manifiestan sobre la igualdad de derechos entre las personas. Aquí se incluye la sensibilidad hacia los migrantes y los pobres. Se revela en estas declaraciones, sobre todo si traducen en hechos y no solo se quedan en palabras, la sociabilidad humana.

Sin embargo, cuando de lo que se habla es de fortalecer la unidad familiar entre el hombre y la mujer, así como de defender la vida del ser humano en el seno materno, el discurso de muchos cambia radicalmente. La unión familiar, cuna de la vida, es totalmente relativizada, siendo absolutamente aceptado que se pueda romper cuantas veces haga falta. La vida del concebido y no nacido -ese que todos fuimos- se considera sin ningún valor por sí misma, salvo el que sus progenitores le quieran dar.

Cuando la persona humana es un individuo de su especie, entendido en la práctica, como un ser puramente material se pueden tener en cuenta algunas de sus aspiraciones, pero no se llega al núcleo de la persona. Un ser humano no es solamente un conjunto de necesidades y de estados de ánimo. Una persona es ante todo alguien que puede dar un sentido libre a lo que le sucede. Las decisiones personales no se reducen a partículas elementales; no solo son materiales, sino también espirituales. Los hombres y las mujeres creamos lazos, tenemos compromisos y responsabilidades, buscamos nuestra vocación en la vida: todo esto son manifestaciones de un espíritu que trasciende la materia. Y ese espíritu, por ser distinto a la materia, no depende exclusivamente de las condiciones materiales en las que se alberga. Por esto sabemos que un enfermo grave o un discapacitado son seres humanos dignos, como cualquier otro.

Cuando nos sacudimos el yugo de nuestra más asequible y comprometedora sociabilidad, la de nuestros familiares más cercanos, terminamos por no entender nuestra propia vida. Claro está que hay situaciones concretas muy complejas que requieren un trato específico, pero hemos de ayudar todo lo posible a quienes tenemos más cerca: así es como somos verdaderamente humanos y sociales. Por esto la sabiduría de muchas civilizaciones no ha hablado tanto de respeto al género humano, sino de respeto al prójimo: el que de hecho representa a la humanidad.


José Ignacio Moreno Iturralde

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