En los días de cierto
viento, es gozoso contemplar a los pájaros dejándose guiar por la brisa. Están
en su elemento, poniendo su naturaleza en función de lo que les es propio. Más
paz puede dar aún ver a unas serenas vacas, paciendo plácidamente en el campo. Sin
embargo, los seres humanos somos libres y no aceptamos las situaciones sin más
ni más; aunque algo podríamos aprender de pájaros y rumiantes.
Ante el espectáculo de la
vida, la gratitud es en muchas ocasiones la respuesta más acertada, pero quizás
no siempre la más ejercida. Tal vez se olvida que nadie ha nacido por decisión
propia, y que mucha gente nos ha ido sacando adelante a lo largo de nuestra
existencia.
El amor propio es un
motor importante para ir superando metas, pero con frecuencia se deforma
agigantándose, además de no ser un motivo suficiente en algunos repechos del
camino. Por otra parte, la generosidad es fuente de felicidad, y uno de los
motivos para practicarla es el sentido común: es muy probable que hayamos
recibido mucho más de lo que damos.
Puede haber momentos o
temporadas especialmente difíciles, que no se presten a la gratitud. De todos
modos, no podemos olvidar que cuando hemos visto a alguien llevar una situación
adversa con ánimo sereno y positivo, entendemos esa actitud como muy
significativa e inspiradora. Entonces nos damos cuenta de que superar una
dificultad supone también pensar en los demás. Si aprendemos a sobrellevar un
problema, sabremos después ayudar mejor a otros.
A lo largo de la vida, no
solemos recordar la primera vez que nos lavamos los dientes o que nos atamos
los cordones de los zapatos. Nuestra memoria se nos va a personas a quienes
queremos, o a compromisos libres e importantes que adquirimos con otros. Entre
ellos destacan los familiares. Por esto hay que cuidar mucho, en la medida de
lo posible, las relaciones de filiación, paternidad, maternidad, conyugalidad y
fraternidad, pues son parte importante de la columna vertebral de nuestra
personalidad.
Aspirar a triunfar en el
trabajo y a tener dinero es algo lógico. Querer cambiar el mundo por un ideal
que consideramos noble, es un proyecto estupendo. Pero lo que no tiene sentido
es entrar en un activismo feroz, donde la carrera del éxito profesional actúe
como un auténtico timo que arruina las relaciones con quienes más deberíamos de
querer.
“Despacito y buena letra,
que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, decía el poeta
Antonio Machado. Qué sabias y humanas son estas palabras. Saber vivir supone
saber estar en el presente, agradable o desagradable. Entonces, si uno está
bien consigo mismo tendrá tiempo mental para atender a los demás; lo que a su
vez lleva a tener esa personal estabilidad interior. Este espíritu de sosiego, contemplativo,
es fuente de virtudes para afrontar las tareas cotidianas. Sin las virtudes
humanas como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, ni se
puede ser feliz ni ayudar a los demás a serlo.
Ordenar la cabeza y el
corazón, y ejercitarse en la virtud, es una fuente de seguridad interior que
ahorra muchos problemas, y que da alegrías profundas. La propia debilidad
personal y circunstancias externas molestas no son un obstáculo porque pueden
suponer una interesante perspectiva para buscar la ayuda divina. Esto no es un
grito en el vacío, sino una manifestación de inteligencia y de fe. La confianza
en los demás, y especialmente en Dios, nos da una enorme seguridad.
Cada vida humana se mide
por su capacidad de querer a los demás, fundada en un motivo que va más allá de
lo humano, trasciende la muerte, da plenitud a nuestra vida, fundamenta la
gratitud y nos hace estar contentos, pese a los vaivenes de los días. Ejercitarnos
en esta escuela, sin venirnos abajo por nuestras limitaciones, es un modo
estupendo de aprender a vivir y de ayudar a muchos otros a hacerlo, empezando
por quienes tenemos más cerca.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment