Sunday, August 27, 2023

Aprender a vivir.


En los días de cierto viento, es gozoso contemplar a los pájaros dejándose guiar por la brisa. Están en su elemento, poniendo su naturaleza en función de lo que les es propio. Más paz puede dar aún ver a unas serenas vacas, paciendo plácidamente en el campo. Sin embargo, los seres humanos somos libres y no aceptamos las situaciones sin más ni más; aunque algo podríamos aprender de pájaros y rumiantes.

Ante el espectáculo de la vida, la gratitud es en muchas ocasiones la respuesta más acertada, pero quizás no siempre la más ejercida. Tal vez se olvida que nadie ha nacido por decisión propia, y que mucha gente nos ha ido sacando adelante a lo largo de nuestra existencia.

El amor propio es un motor importante para ir superando metas, pero con frecuencia se deforma agigantándose, además de no ser un motivo suficiente en algunos repechos del camino. Por otra parte, la generosidad es fuente de felicidad, y uno de los motivos para practicarla es el sentido común: es muy probable que hayamos recibido mucho más de lo que damos.

Puede haber momentos o temporadas especialmente difíciles, que no se presten a la gratitud. De todos modos, no podemos olvidar que cuando hemos visto a alguien llevar una situación adversa con ánimo sereno y positivo, entendemos esa actitud como muy significativa e inspiradora. Entonces nos damos cuenta de que superar una dificultad supone también pensar en los demás. Si aprendemos a sobrellevar un problema, sabremos después ayudar mejor a otros.

A lo largo de la vida, no solemos recordar la primera vez que nos lavamos los dientes o que nos atamos los cordones de los zapatos. Nuestra memoria se nos va a personas a quienes queremos, o a compromisos libres e importantes que adquirimos con otros. Entre ellos destacan los familiares. Por esto hay que cuidar mucho, en la medida de lo posible, las relaciones de filiación, paternidad, maternidad, conyugalidad y fraternidad, pues son parte importante de la columna vertebral de nuestra personalidad.

Aspirar a triunfar en el trabajo y a tener dinero es algo lógico. Querer cambiar el mundo por un ideal que consideramos noble, es un proyecto estupendo. Pero lo que no tiene sentido es entrar en un activismo feroz, donde la carrera del éxito profesional actúe como un auténtico timo que arruina las relaciones con quienes más deberíamos de querer.

“Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”, decía el poeta Antonio Machado. Qué sabias y humanas son estas palabras. Saber vivir supone saber estar en el presente, agradable o desagradable. Entonces, si uno está bien consigo mismo tendrá tiempo mental para atender a los demás; lo que a su vez lleva a tener esa personal estabilidad interior. Este espíritu de sosiego, contemplativo, es fuente de virtudes para afrontar las tareas cotidianas. Sin las virtudes humanas como la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, ni se puede ser feliz ni ayudar a los demás a serlo.

Ordenar la cabeza y el corazón, y ejercitarse en la virtud, es una fuente de seguridad interior que ahorra muchos problemas, y que da alegrías profundas. La propia debilidad personal y circunstancias externas molestas no son un obstáculo porque pueden suponer una interesante perspectiva para buscar la ayuda divina. Esto no es un grito en el vacío, sino una manifestación de inteligencia y de fe. La confianza en los demás, y especialmente en Dios, nos da una enorme seguridad.

Cada vida humana se mide por su capacidad de querer a los demás, fundada en un motivo que va más allá de lo humano, trasciende la muerte, da plenitud a nuestra vida, fundamenta la gratitud y nos hace estar contentos, pese a los vaivenes de los días. Ejercitarnos en esta escuela, sin venirnos abajo por nuestras limitaciones, es un modo estupendo de aprender a vivir y de ayudar a muchos otros a hacerlo, empezando por quienes tenemos más cerca.


José Ignacio Moreno Iturralde

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