Nos resulta natural ver
las cosas en tres dimensiones y a colores. Junto a este conocimiento
descriptivo, podemos llegar a otros grados de abstracción o conocimiento para
entender mejor la realidad. Un ejemplo es el matemático, de indudable interés y
utilidad. Siguiendo a Tomás de Aquino, existe también el conocimiento
metafísico. Este último nos hace considerar el ser de las cosas. Puede parecer
algo inútil y, sin embargo, se trata de algo muy real. Por ejemplo, la
metafísica afecta a la comprensión de nuestra propia identidad. Los seres
humanos podemos entendernos como espirituales y corporales al mismo tiempo. No
es infrecuente, sin embargo, la postura contraria: considerar al psiquismo y a
los afectos como una simple derivación de lo corporal. Siempre se nos plantean
las mismas preguntas: ¿se reduce la libertad personal a impulsos eléctricos
neuronales? ¿El amor a mi madre es algo exclusivamente fisiológico? Los que
consideramos que lo corporal no explica todo, lo hacemos desde la convicción de
que solo un ser con alma racional es capaz de dudar si realmente la tiene. No
parece que ningún otro animal sea capaz de tales reflexiones.
La metafísica es también
el camino para la demostración racional de la existencia de Dios. Solo una
consideración de la gradualidad de perfecciones en los seres, de sus causas y
primeros principios, puede hacer que partiendo de lo sensible lleguemos a
entender la existencia de una realidad que va más allá del mundo físico. Sería
algo así como estar en un lago lleno de luz y considerar que esa luminosidad procede
de más allá de la superficie del agua.
La metafísica nos hace
levantar el periscopio racional, reflexionando sobre aspectos reales más allá
de la esfera sensitiva. Es interesante observar cómo este estudio nos hace
también entender con más profundidad lo puramente físico. Pero, ante todo, nos
eleva a una comprensión más profunda
del sentido de nuestra propia existencia.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment