Algunos identifican lo cualitativo con lo cuantitativo: a fin de cuentas, cambiar de
color o de sonido puede ser cuestión de apretar más o menos un botón. Pero lo
que no acaban de entender estos materialistas es a la propia materia. Los griegos
cásicos, con su buena dosis de sentido común, se dieron cuenta de algo
elemental: el orden de la materia es inmaterial. Las piedras pesan lo mismo
arrinconadas, que ensambladas con maestría en un acueducto. Pero qué diferente
es su resultado cualitativo. Otro ejemplo: los componentes bioquímicos separados se comportan de un modo
muy diverso a los conjuntados prodigiosamente por un programa de vida, que ni
siquiera google puede llevar a cabo.
La
distinción es clave para acertar en la vida, incluso para que la vida pueda
existir. No es lo mismo el norte que el sur, el este que el oeste, el verdadero
amor bueno que el falso amor malo, la conducta ejemplar y la depravada. Es
diferente ser abuelo que nieto, padre que hijo, hombre que mujer. Si todo se
identificara por una pretendida igualdad, donde el materialismo se identifica
con el relativismo, desaparece la pluralidad de la vida.
La
libertad humana es algo que nos hace ser más que materia. Pero la libertad de
algunos pretende destruir el orden de la materia, como si ésta fuera algo
construido y dominado enteramente por ellos. Sin embargo, la libertad está
afiliada a la realidad, como una hoja a su árbol. Si la hoja se arranca del árbol
tiene una libertad que la conduce a la muerte.
La
igualdad está precisamente en el orden de los distintos y cualitativos modos de ser o naturalezas (vegetales, animales, etc), de los que
cada individuo participa de un modo diverso. Todos los seres humanos tenemos una igualdad
de dignidad y derechos; precisamente porque tenemos una misma naturaleza. Si se
deconstruye la naturaleza humana, el abuso y la desigualdad están servidos.
Algunas ideologías pretenden exaltar unos
valores, desgajándolos de su realidad natural. Lo más patético del
igualitarismo materialista es su vehemencia para atacar cualquier disenso a sus
creencias. Su libertad exaltada busca una igualdad sin fronteras, negando otras
libertades que solo piden respeto al orden de la vida. Al no entender la
materia, el igualitarismo extremo cae en la cultura de la muerte, algunas de cuyas manifestaciones son el aborto y la eutanasia. Precisamente
por no saber distinguir entre la cantidad y la cualidad, cuya combinación hace
posible toda vida, entre las que destaca la humana.
José Ignacio Moreno Iturralde
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