Respecto a la vida humana del
nonato, se ha ido imponiendo la mentalidad y la legislación que dan prioridad
al pretendido derecho de la mujer a decidir respecto al desarrollo del feto.
Hasta tal punto que quien contradiga esto es visto por amplios sectores como un
retrógrado o un enemigo de la mujer, como sucede actualmente en España. Sabemos
que esta mentalidad ha sido recientemente cuestionada por el Tribunal Supremo
de EEUU, quien ha considerado que el aborto no es un derecho constitucional en
su país.
Lo que quisiera destacar ahora es
que se ha eliminado de este debate la noción de la sacralidad de toda vida
humana. Elevar la dignidad humana a la categoría de sagrada puede ser rechazado
por entender que es un término confesional. Pienso que no es así, aunque tenga
un matiz religioso. La sacralidad de la vida humana y su consiguiente respeto
incondicional, es patrimonio de muchas religiones, y de escuelas éticas que no
profesan una religión concreta. Esta noción supone un profundo sentido de respeto
y gratitud ante la vida de cada uno de los seres humanos, sea cual fuere su
estadio de desarrollo. Eliminar una noción tan clave para la comprensión de nuestra
identidad es un error grave. Además de lo dicho antes, solo se acepta una no sacralidad
de la vida humana como una confesión democrática inapelable; y esto es un
tremendo abuso. Hasta tal punto, que hace olvidar un principio elemental de la
ética humana y del milenario decálogo judeocristiano: “no matarás”. El rechazo
ante esta argumentación se viste de una sectárea laicidad donde se unen una
autonomía individualista, un materialismo ideológico y un multimillonario
negocio inhumano.
Cuando se considera el valor
sagrado de la vida de todo ser humano ya no hay confrontación, sino
cooperación, ayuda solidaria a la mujer, al varón, y a su hijo. Este es el
exigente cimiento de una sociedad mucho más humana y justa; esa que a millones
de nonatos no se ha permitido ver. Por ellos, por todos y todas, podemos
cambiar hacia un mundo que valora y cuida toda vida humana.
José Ignacio Moreno Iturralde
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