Les ruego que me perdonen si digo una ordinariez: Confesarse es como...hacer uno sus necesidades. Si hubo un tenso espacio de espera...¡Qué descanso por fin! Realmente el ejemplo es de un poético que asombra pero pienso que merece la pena. Si se ha sido bautizado en la fe católica, aunque no se sea practicante, llega un momento en que el alma no puede más. Ya no valen las excusas ni las componendas; el atontamiento o atolondramiento de nuestras mentiras nos atenaza en la tristeza. Si vamos a la confesión es porque Jesucristo ha instituido este sacramento: “A quien perdonéis los pecados les serán perdonados; a quienes se los retuviereis les serán retenidos” (Jn 20, 19-23). Con todo respeto y agradecimiento, lo que piense de mis pecados el sacerdote me importa un pito. Voy a que me perdone Cristo. Será bueno que nos preparemos, que nos dejemos ayudar por el confesor. Con algo de fe y contrición...¡Qué alegría saberse perdonado por Dios! ¿Volveremos a meter la pata pese al propósito de la enmienda? ...Puede ser, pero nos levantaremos una y un millón de veces con la ayuda de la gracia. No se trata tanto de no caer –que también como de mirar a Dios y a los demás por Dios; cada vez con más alegría y esperanza.
José Ignacio Moreno
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