Estamos viendo con
espanto el sufrimiento del pueblo ucraniano. Desde nuestras acomodadas casas,
se nos hace dolorosa la angustia de los que sufren las bombas encerrados en los
sótanos de Mariupol. Las madres y sus hijos deambulando por interminables colas
de supervivencia, dejando en la guerra a sus esposos y padres, suponen una
bofetada al sentido de la vida y a la dignidad humana.
Al mismo tiempo, hay múltiples
reacciones de solidaridad. Mucha gente generosa da tiempo, alimento y
donaciones a los que sufren. También hay políticos valientes y sensatos, que
están haciendo bastante por su parte. Es curioso, pero tanto sufrimiento nos
hermana y puede sacar afuera lo mejor de nosotros mismos. Cada uno verá qué
puede hacer por las personas especialmente desamparadas. Las iniciativas
personales son importantes porque cada persona representa a la humanidad.
De todos modos, podemos
quedarnos llenos de inquietud al ver que nuestros pequeños detalles solucionan
bastante poco dentro de un enorme problema. Pero sería una derrota dejarse
llevar por el desengaño y el miedo. Toda persona puede buscar un ancla de
esperanza y una fuente de paz interior. Hay realidades supremas que hacen
brotar alegrías inesperadas. En momentos muy difíciles surgen promesas
renovadas; algunas nacieron incluso al ver las campanas derruidas de una
iglesia en Nagasaki. Hay guerra en el exterior, pero el mejor punto de apoyo
para combatirla es la paz interior. Una paz más grande que nosotros mismos, de
la que surgirán actos de generosidad y de esperanza.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment