Ser
joven es querer hacer de la vida una cosa grande, aspirar a encontrar la
verdad, atreverse a contemplar bellezas más altas. La juventud es un sano
inconformismo contra lo falso, lo mediocre, lo cutre y lo chabacano. Sí: La
persona joven quiere ser creativa, y que los demás también lo sean. Un chico o
una chica sueña con metas profesionales altas, desea ayudar a los más
necesitados y tiene esperanza en encontrar un amor verdadero, el que hace ser
mejor persona, para toda la vida.
Ser joven es también aprender a conocer las propias
limitaciones, fomentando un realismo simpático. La juventud más radiante es la
que sabe mirar a los ojos con sinceridad, sabiendo perdonar y pedir perdón
cuando hace falta. Además, algo muy propio de la juventud es la generosidad. El
joven es aventurero y entiende que una aventura que merezca la pena, requiere
sacrificio y pensar en los demás.
Ahora bien: la juventud necesita modelos,
especialmente en sus padres y en las personas mayores que están cerca de ellos.
Si muchos jóvenes parecen no comportarse como decíamos al principio, es posible
que se deba a que les faltan personas que animen con su ejemplo, y no solo con
sus palabras.
Si queremos que no estén embrujados por
el móvil, han de ver que sabemos superar el hechizo del aparatejo, dejándolo a
un lado cuando no hace ninguna falta; y lo mismo ocurre con la televisión.
También habrá que ser prudente y tener la fortaleza de hacerles esperar respecto
al uso de tecnología de la comunicación, cuando la edad
o las circunstancias personales así lo requieran.
Socialmente se somete a los jóvenes a una tormenta de
mensajes consumistas, sensuales, empobrecedores, abusivos, con muy poco respeto
ético o moral. Por una parte, se considera a los jóvenes como una panda de
atontados y por otro lado, hipócritamente, se fomente ese atontamiento. Hay que
tener la valentía de enseñarles a vestir, y superar un erotismo simplón que se
ha impuesto con más fuerza que el repulsivo coronavirus.
La única salida a la riada de la fuerza de la juventud
está en conjugar la contención de la exigencia, con la apertura de la entrega.
Enseñarles a ser libres y responsables, viendo a sus mayores luchar por vivir
en la verdad y en la justicia. Fomentar su gusto por la superación, al
comprobar que la gente madura que les rodea es feliz; algo que tiene mucho que
ver con olvidarse de uno mismo y darse a los demás.
La vida puede tener episodios muy amargos; pero
requiere de gente que no esté amargada. Creer en la vida es una necesidad para
el hombre y conlleva creer en la juventud. Hemos de enseñarles a ser jóvenes;
siéndolo también nosotros; es decir: renovar la vida, cada día, con el
sacrificio cotidiano y la novedad de un amor que ha aprendido a ser joven.
José
Ignacio Moreno Iturralde
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