Vivimos momentos de búsqueda de
negligencias y responsabilidades por los miles de fallecidos, a causa de la
pandemia. Entre ellos, causan especial dolor todas las personas mayores que no
han sido suficientemente atendidas y acompañadas en sus últimos momentos.
Parece que se les hubiera tratado como a ciudadanos de segunda categoría,
cuando son las raíces mismas de nuestra sociedad. La aclaración de los hechos y
el reconocimiento de los errores cometidos, es una exigencia para poder afrontar
el futuro con dignidad. Dentro de las responsabilidades, destacan especialmente
la de los gobernantes y políticos. Para descubrirlas hay un obstáculo, que
puede dar al traste con la depuración de nuestra memoria próxima y nuestros
deseos de regeneración. Pienso que se trata de otro virus, de tipo dialéctico. Existen actitudes
políticas para las que lo importante es su proyecto global, imbuido de deseos
de justicia e igualdad. De este modo, los errores cometidos, incluso graves,
son justificados al entenderlos como momentos evolutivos, tal vez hasta
necesarios, en búsqueda de un proceso reformador y de progreso. En esta dialéctica, no hay verdades ni mentiras, sino tensiones y superaciones. O dicho más llanamente: el
fin justifica los medios. Considero que esto es letal para una democracia. Al
mismo tiempo, quisiera agradecer con admiración la generosidad y valentía de
sanitarios, personal de residencias de ancianos, cuerpos de seguridad, muchos
políticos, y tantos hombres de bien que han hecho todo lo que han podido para
salvar muchas vidas. En nombre de ellos y, sobre todo, de todos los que han
fallecido, quisiera pedir que se extirpe el virus de la mentira justificada, para
poder esclarecer con justicia, humanidad y perdón, lo que se hizo y lo que se
podría haber hecho. Solo así sabremos lo que realmente es una nueva normalidad.
José Ignacio Moreno Iturralde
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