En el mundo hay guerras y una muy injusta distribución de la
riqueza. En nuestra vida personal no suelen faltar problemas de difícil solución:
ya sean familiares, laborales, de salud, o los referidos a los defectos de
nuestro propio carácter. Todas estas sesudas razones parecen estar hechas dentro
de un cuarto cerrado y oscuro, a la pálida luz eléctrica de una mísera
bombilla. Abrir las ventanas supone renunciar a tanta amarga autenticidad y
llenarse de la luz de la vida y de los demás. Darse cuenta de que cada día es
un regalo inmerecido donde se nos ofrece, segundo a segundo, la posibilidad de
mejorar. Un buen método para esto será pensar en lo que tanto han hecho y hacen
por nosotros nuestros seres queridos y el mismísimo Dios. Sí: tenemos problemas,
a veces duros, que han de procurar solucionarse. Pero siempre hay motivos para
ser agradecidos y para no dejarse arrebatar
el ánimo por un espíritu desalentador y negativo:
el ladrón de nuestra alegría.
José Ignacio Moreno
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