El hecho de fe por el que Dios está verdadera y realmente en el Sagrada Forma es un océano de alegría sin fondo. Dios se nos hace alimento del alma. Este hermanamiento consanguíneo con Cristo conlleva la necesidad de corresponder: de intentar, con su gracia, cumplir la Voluntad de Dios. A lo largo de la Revelación el Dios bíblico se nos muestra como un Dios fiel que jamás abandona a su pueblo, pese a la cantidad de ingente de ingratitudes y pecados de los hombres. También actúa así con nosotros en nuestras personales biografías. Lo que salta todas las previsiones del más atrevido optimista es la decisión irrenunciable de que un Dios permanezca a nuestra disposición bajo las especies del pan y del vino. Esta maravillosa noticia apremia a ser descubierta una y otra vez, bajo el Magisterio de la Iglesia asistido por el Espíritu Santo. Entre sus ilimitados mensajes, Dios eucarístico llama al matrimonio humano a constituir un sacramento que se nutre y vive de la Eucaristía. Marido y mujer también se hacen una sola carne y deben de vivir el uno para el otro en comunión esponsal como camino de unión a Dios. “El amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia.(...) El vínculo fiel, indisoluble, que une a Cristo con la Iglesia tiene su expresión sacramental en la Eucaristía” (Cfr. Ex. Ap. Sacramentum Caritatis; 27-29).
La fidelidad matrimonial es una dimensión irrenunciable del matrimonio cristiano, apoyada también por razones humanas de orden natural. No se trata de algo fácil; al mismo Jesús de Nazaret –el Hijo Unigénito de Dios- le costó una tremenda Pasión el hacernos hijos de Dios y hacerse Pan para nosotros. La Iglesia es Madre y ayuda a discernir los posibles matrimonios nulos, manifestando una sabiduría pastoral adecuada a la realidad humana. En estos casos no se anula un matrimonio sino que se declara que no hubo tal. El matrimonio cristiano está hecho a la medida de Dios; que se ha querido hacer Eucaristía para estar a nuestro alcance y medida. Dios es Amor, Comunión interpersonal. El matrimonio cristiano, abierto a la vida hace que el amor humano se convierta en personas, en hijos queridos. El matrimonio es de este modo imagen y semejanza del Amor divino. La sombra y la dura poda de la muerte serán el contrapunto de la vida nueva que ha traído a nosotros la Resurrección de Cristo cuyo Cuerpo Glorioso está portentosa y sustancialmente en la Eucaristía.
José Ignacio Moreno Iturralde
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