En algunas ocasiones la convivencia se puede hacer más difícil con algún familiar. Nos damos cuenta de que esa persona tiene un carácter muy distinto al nuestro y, a veces, nos puede parecer absurdo y cargante tener que “aguantarle”. Pero no es menos cierto que, con la misma frecuencia, nuestras pasiones nos engañan y deforman la realidad. Nos falta capacidad de apertura para admitir temperamentos distintos al nuestro. No estoy hablando, por supuesto, de soportar actos delictivos como pueden ser violencias y malos engaños; que requerirán de las medidas precisas. Me refiero a nuestra capacidad de convivir con seres a los que probablemente queremos pero con los que se nos hace difícil el trato. El cristiano tiene una gran ayuda para esto: Mirar a los demás en Jesucristo. De este modo, con la ayuda de Dios, seremos más capaces de valorar los muchos aspectos positivos que esa persona tiene; al saberla querida por Dios. Tendremos más capacidad de comprensión y de apertura a los demás; también de reconocer nuestros propios errores. Nos haremos más a la medida del Corazón de Cristo y maduraremos más como personas al adaptarnos más a la variada medida de los demás. No significa esto perder personalidad si no todo lo contrario: aprender a ver la verdad que toda persona lleva dentro como hijo de Dios. No pienso que sea fácil pero sí que merece la pena esforzarse para hacer más feliz a Dios, a los demás y a nosotros mismos.
José Ignacio Moreno Iturralde
2 comments:
Se puede decir mas alto pero no mas claro ¡Felicidades!.
Creo que la convivencia tambien tiene sus cruces, por eso hay que acudir a ella sin buscarse a uno mismo sino saliendo al encuentro del otro, con animo de entrega y generosidad.
Por mi profesión (soy abogado) veo muchos divircios y en todos ellos hay un común denominador: el egoismo. ¡que dificil es Amar!¿Pero tenemos otra opción?
Gracias por el comentario.
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