Por Ángel Gutiérrez Sanz
El tema de Dios no es un tema que apasione hoy, ni para bien ni para mal. Ese Dios teórico de la Filosofía que vive en su cielo alejado de los hombres ha dejado de preocupar. El Dios interpelado actualmente por los hombres es el Dios providente del que nos acordamos cuando algo malo sucede en el mundo, cuando sucede una catástrofe es nos preguntamos ¿donde está Dios? ¿ Por qué no hizo nada para evitarlo? El mal en el mundo es la gran objeción hoy día contra el Dios bueno
Las objeciones del hombre moderno no van dirigidas contra el Dios teórico. Digamos que este Dios ha dejado de interesar a las gentes; de él apenas se habla ni para bien ni para mal, simplemente se pasa de él. Como queda tan lejos… ni es amigo ni enemigo.
Que exista o no exista un Dios así es su problema Ver a Dios como la única razón suficiente de todo lo que existe puede llegar a ser una exigencia lógica; pero este Dios del pensamiento no colma las ansias y anhelos humanos. Este es un Dios que puede llegar a convencernos, pero no a apasionarnos.
El Dios de la filosofía es siempre el Otro, un ser Trascendente, grandioso, reverencial, sí, pero lejano. La imagen del Dios aristotélico, por ejemplo, se nos presenta bajo la forma de un motor inmóvil, que puso en funcionamiento la gigantesca maquinaria del universo, pero vive solitario, recluido en su cielo, sin querer saber nada de lo que pasa aquí abajo.
Necesario, sí, pero frío y lejano es este Dios. Que se sepa ningún hombre ha estado dispuesto a dar la vida por un Dios así. El Dios que sacia las ansias del corazón humano es algo más que la conclusión bien probada de un sólido argumento metafísico.
El Dios que puede llegar a apasionarnos es el que nos llega al corazón y está llamado a ser vida de nuestra propia vida. Este es precisamente el Dios interpelado por el hombre moderno. Es a este Dios al que se le piden explicaciones por lo que pasa en el mundo. A este Dios es al que quisiera ahora referirme
No es la razón sino el corazón el que nos hace sentir la cálida presencia del Dios comprometido con nuestra propia historia de hombres. A partir de aquí pueden establecerse los rasgos diferenciadores entre el Dios de la fe y el Dios de la razón, o como diría Pascal, entre el Dios de Abrahám, de Isaac y de Jacob y el Dios de los filósofos y los sabios. La lógica de la razón, bien utilizada por Aristóteles y por Sto. Tomás en las cinco vías, nos llevan hasta la Causa Necesaria, en cambio la lógica del corazón de S. Agustín y de Pascal nos colocan frente al Dios afectuoso e íntimo.
Este Dios amoroso es precisamente el Dios que no deja indiferente a nadie y es interpelado hoy por gran parte de los hombres de nuestro mundo
Nosotros, los hombres de la sociedad del bienestar, no hemos podido evitar el dolor y la muerte.
Después de tantos siglos de desarrollo, el hombre de hoy sigue sabiendo mucho de violencias y catástrofes, de enfermedades incurables y desesperanzas, de injusticias y discriminaciones, de soledades y abandonos y no cesamos de preguntarnos ¿por qué así? ¿Por qué tanto mal? ¿Por qué tanto sufrimiento?......
Seguro que todos , de una forma o de otra, en algún momento de nuestra vida hemos sentido la tentación de pedir a Dios una explicación de lo que considerábamos humanamente injusto , humanamente absurdo ¿Por qué este joven ha tenido que morir en accidente justamente la víspera de su boda.¿Por qué niños huérfanos no sabrán nunca lo que es el calor de un hogar y el cariño de unos padres? ¿Por qué miles de vidas inocentes están condenadas a morir antes de nacer? Dolor, mucho dolor; muerte, mucha muerte. ¿Por qué?... ¿Por qué?....
Si Dios es bueno ¿por qué hay tanto mal en el mundo? Este ha sido y sigue siendo motivo importante de la crisis de fe en muchas conciencias, esto es lo que ha hecho que muchos se vuelvan contra Dios, porque piensan que él y no otro es el responsable del exceso de sufrimiento y del mal en el mundo; por ello se pretende sentar a Dios en el banquillo de los acusados, para que responda ante miles y millones de víctimas inocentes que sufren y mueren en nuestro mundo. Esta es la gran objeción contra el Dios bueno, hasta el punto de que alguien ha podido decir: sufro, luego Dios no existe. ¿Es posible seguir hablando de Dios después de Auswitz?, se preguntaba Wiesel , premio nobel de la paz en 1986?
La cuestión no es de ahora, viene de atrás. Desde tiempos de Epicuro retomada en los tiempos modernos por Hume, viene formulándose el famoso dilema, adaptado a las distintas experiencias vividas.
El dilema es este: O Dios quiere erradicar el dolor y el mal del mundo, pero no pude; o puede hacerlo, pero no quiere. Si es que no quiere librarnos del mal y el dolor ¿Cómo podemos llamarle bueno y si es que no puede, entonces ¿cómo podemos llamarle Dios?.....
A partir de aquí las interpelaciones no han cesado. ¿Qué clase de Dios es éste?....... Dejar de considerar a Dios como a un amigo es la gran tentación de nuestro tiempo. La gente se pregunta ¿Dónde está Dios cuando cientos de miles de personas sucumben ante la catástrofe implorando desesperadamente su ayuda? ¿Dónde cuando Hiroshima y Nagasaki?..... ¿Dónde cuando el Tsunami de Diciembre de 2004?....¿Por qué calla cuando miles de inocentes se pudren en las cárceles acusados de crímenes que nunca cometieron?...¿Por qué?...¿Por qué?....
Y la respuesta no puede ser otra. Dios está siempre cerca ,muy cerca, al lado mismo de las víctimas. A Dios hay que irle a buscar al Gólgota, en aquella tarde oscura del primer Viernes Santo. Allí le encontraremos, sufriendo con los que sufren, muriendo con los que mueren. Allí está el Justo, el Inocente, haciendo suya la causa de todos los desdichados y clamando contra todas las injusticias.
El Dios del Gólgota sufre el desamparo de niños y niñas inocentes de ojos tristes, padece la violencia de la mujer maltratada, agoniza de soledad con el anciano. Abre bien los ojos y podrás verle en los que mueren sin haber vivido nunca, podrás verle en los vertederos de desperdicios, donde niñitas hambrientas, famélicas y desvalidas disputan a las ratas un mendrugo de pan duro; podrás ver su rostro disfrazado del mendigo o de emigrante sin techo, bajo el sol o bajo la lluvia.
El juicio de Dios ante las víctimas inocentes tiene una defensa irrefutable en Jesucristo colgado de un madero. Cualquiera que contemple la escena del Cristo Doliente en aquel Primer Viernes Santo, no puede dudar por más tiempo de qué parte está Dios. No se le pueden pedir cuentas del dolor y sufrimiento en el mundo a quien voluntariamente quiso cargar sobre sus espaldas con toda la desdicha de una humanidad herida por el pecado. Ello sería injusto, tremendamente injusto.
Hasta el propio Albert Camus reconoce la gran importancia que para la historia de los hombres ha tenido el drama de la cruz: “ porque en esas tinieblas, son sus propias palabras, la divinidad abandonando ostensiblemente sus privilegios tradicionales, vivió hasta el fin, incluyendo la desesperación y la angustia de la muerte” ( A.Camus :El Hombre Rebelde . pág. 40)
Los inocentes de la tierra que preguntan por su dolor pueden encontrar algún tipo de satisfacción en la Teología del Dios Doliente. Si el mundo duda de la bondad de Dios será porque se ha olvidado de lo que pasó en el Gólgota hace 2000 años, un suceso que sólo tiene explicación por y desde el amor, que nos pone de manifiesto hasta qué punto Dios ha sido bueno con nosotros. Si alguna vez he dudado yo también de tu amor, he de avergonzarme de ello de ello y con palabras de Gabriela Mistral he de pedir que me perdones.
“En esta tarde, Cristo del Calvario, Vine a rogarte por mi carne enferma; Pero al verte, mis ojos van y vienen De tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.” ¿Cómo quejarme de mis pies cansados Cuando veo los tuyos destrozados? ¿Cómo mostrarte mis manos vacías Cuando las tuyas están llenas de heridas? ¿Cómo explicarte a ti mi soledad Cuando en la cruz alzado solo estás?”
Los que hemos ido creciendo a la sombra del árbol de la cruz, tal vez no sepamos por qué el dolor entró en los planes de Dios; pero lo que si sabemos que en nuestro dolor estamos unidos por siempre a aquel que a la vez supo ser sacerdote y víctima, sabemos que esa sangre que brota a borbotones de sus llagas es garantía de esperanza , sabemos que en el arroyo de agua que mana de sus costado, la humanidad entera manchada por el pecado puede lavar sus culpas; sabemos que siempre que con el corazón destrozado nos hemos acercado a besar los pies del crucificado nos hemos sentido aliviados.
Prepararnos para vivir la cuaresma es irnos adentrando en el corazón de Cristo Doliente; es disponernos a recorrer con los hermanos el duro trayecto de la Vía Dolorosa, que conduce al Gólgota, siempre con la alegría de saber que el Dios bueno nunca nos dejará solos en medio de la tragedia humana.
El Dios crucificado es la Buena Nueva para todas las víctimas de la historia, que somos todos. Si Cristo hubiera hecho caso a los que le decían: Baja de la cruz y creeremos en ti, si les hubiera hecho caso, se hubieran derrumbado las ilusiones de todos los crucificados de la tierra ; pero como no fue así, podemos seguir pensando que la cruz de Cristo da sentido a todas las cruces de la tierra: ella es precisamente la respuesta que Dios da a la pregunta sobre el mal en el mundo. Cuando Dios muere en la cruz, lo que está afirmando es su radical solidaridad con los que sufren inocentemente; pero también y esto es lo grandioso, está afirmando su reconciliación con los verdugos, porque la cruz es el símbolo de reconciliación universal de todos, de buenos y de malos.
La aparente inactividad que en tantas ocasiones se ha echado en cara a Dios se convierte así en la más activa intervención. Es el Cristo del Calvario el que con toda claridad nos muestra qué significa la palabra Dios, qué significa la palabra amor; ninguna otra representación filosófica o religiosa hubiera podido aspirar a tanto. En el símbolo cristiano de la cruz encontramos el compendio de nuestra fe cristiana, hasta el punto que la misma resurrección es una prolongación y no un complemento. La cruz no se concibe sin la resurrección como la resurrección tampoco sin la cruz. (...)
2 comments:
Totalmente cierto. Creo que necesitamos hacer descubrir al Cristo de los Dolores a esta sociedad sentada en el sofa, que al minimo dolor de muelas afirma que Dios no existe porque permite el mal. Es desde la experiencia del dolor donde descubrimos al Dios que cura (al igual que solo desde la experiencia del pecado descubrimos al Dios Misericordioso). Quizas por eso Jesus decia que venia a curar a los enfermos y no a los sanos....
Toda la doctrina cristianase nutre del dolor. Dios no sólo no busca erradicar el dolor en el mundo, sino que en más de una ocasión da "cruces" a los hombres para que las lleven, aun al más inocente. Dios y el dolor tienen una relación bastante íntima, de hecho, y en la explicación de varios "santos". La expiación del pecado a través del sufrimiento es una constante; la penitencia, la entrega, etc.
Es increíble como la Iglesia, dependiendo de los tiempos mundiales vividos se traga sus palabras. Por lo menos en algo que asegura "...no pasará".
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