Los límites de la existencia, en
ocasiones básicos y burdos, pueden llevar a pensar que los grandes ideales y
proyectos de vida son tan solo ilusiones de juventud. Sin embargo, pensándolo
mejor, todos esos límites pueden llevar a divisar planteamientos superiores a
los juveniles.
Vamos a ver, a continuación, algunas
cuestiones que pueden construir un gran proyecto social. Razonar es algo
irrenunciable. Pensar bien sobre la realidad, los demás y nosotros mismos, es
algo práctico y liberador. En un mundo comunicado, el conocimiento se comparte
con facilidad. Hay que dar prioridad a la comunicación personal, pero influir
en la opinión pública es un ejercicio de responsabilidad. Un conocimiento de
calidad requiere también de canales competentes para su transmisión. Por esto,
la tecnología de la comunicación es cada vez más crucial.
Nuestro mundo occidental es
también muy emotivo. Los sentimientos son profundamente humanos, y si se
difunden en una cultura de la imagen adquieren mayor influencia social. La
estética, por ejemplo, es una dimensión de la cultura privilegiada para llegar
al corazón.
Para que la vida merezca la pena,
hay que buscar una luz que ilumine todos los aspectos del vivir: los gratos y los difíciles. La fe en Dios,
hermanado con nosotros, es un don divino que se otorga a quien lo pide con
humildad. Esto da una dimensión grandiosa de la existencia. La fe cristiana nos
ayuda a creer más en la vida y a convivir con los demás. Además, toda persona
de bien, cristiana o no, ha de tener un compromiso con aquellos que más lo
necesitan. Al ver las graves dificultades que atraviesan multitud de hombres y
de mujeres, nos damos cuenta de la importancia de cuidar y ayudar a quien nos
sea posible, empezando por nuestros familiares más cercanos.
Razón, comunicación,
sentimientos, estética, fe y ayuda a los demás. ¿Cómo conjugar y sintetizar aspectos
tan distintos y generales?... Me viene a la mente la maravillosa realidad de la
madre cristiana: su compromiso con la vida, su sabiduría y belleza; así como el
ejemplo que transmite con su sonrisa y entrega. Solo con una idea y una realidad
acertada de quién es una madre, que puede ser al mismo tiempo una prestigiosa
profesional, sabremos también qué significa ser padre, hijo e hija.
Hoy está en jaque la figura de la
madre: se la relativiza, desfigura, condiciona y margina. Pues bien: solo si
luchamos por ayudar a las madres a poder estar en su lugar privilegiado, el centro
del corazón humano, daremos al mundo lo que más le hace falta.
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