De niño escuchaba las campanas de
la iglesia, próxima a mi casa. Pensaba entonces en el paso del tiempo. Quizás
dentro de décadas volvería a escuchar aquellas campanas, después de haber
vivido muchas experiencias.
Las campanas traen diversos
recuerdos: solemnes, agradables, simpáticos, dolorosos. Muchas veces están
simplemente de telón de fondo, en la vida de pueblos y ciudades. Nos hemos acostumbrado
a ellas, aunque tienen un toque de sencillez y de misterio.
En la vida hay momentos
estupendos, otros difíciles, algunos muy significativos. Entre el oleaje de las
estaciones y de los estados de ánimo, esas campanas intentan también sonar en
el paisaje de nuestro espíritu. Lo que antes no acertaba a entender es el
mensaje que contienen: el pulso y la alegría de Dios, dando al tiempo de las
personas un sentido nuevo, filial, valioso, que podemos acoger. Al repicar las campanas, la gloria
de Dios se va abriendo camino en este mundo agitado, y nos invita a vivir el
día cotidiano con algo de la paz y la alegría eterna.
José Ignacio Moreno Iturralde
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