La felicidad y seguridad que da una familia a sus hijos,
especialmente en la infancia, es uno de los tesoros más valiosos de la
existencia. Todo ese mundo de juegos, alegrías, esfuerzos y educación de los
primeros años de vida, hace que los niños crezcan con plena confianza. El
enorme esfuerzo de los padres por criar y educar a sus hijos es bastante
ignorado por los pequeños, al mismo tiempo que forja y expande las
personalidades del padre y de la madre. Los ojos de los hijos miran con una
mirada renovadora de la realidad; y es precisamente esta mirada infantil la que
es luz y guía para los padres. Recordamos que la paternidad no es
exclusivamente biológica, y que hay diversos modos de contribuir a la educación
y desarrollo de muchos chicos y chicas.
La generosidad, basada en la ayuda de Dios, es la mejor
garantía de estabilidad y fidelidad matrimonial, por la que se entiende que la
felicidad personal es fruto de la donación a los demás, y no tanto la
consecuencia pasajera de una satisfacción afectiva individual.
Sólo la luz de los hijos es capaz de hacer un futuro
verdaderamente humano. En sus ojos se encuentran los de sus padres, formando el
círculo virtuoso del amor que da vida.
José Ignacio Moreno Iturralde
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