“En lo erótico es necesario vislumbrar el
significado esponsal del cuerpo y la auténtica dignidad del don. Esto es tarea
del espíritu humano, tarea de naturaleza ética. Si no se asume esta tarea, la
misma atracción de los sentidos y la pasión del cuerpo pueden quedarse en mera
concupiscencia carente de valor y dignidad éticos, y el hombre, varón y mujer,
no experimentará aquella plenitud del eros que significa el impulso del
espíritu humano hacia lo que es verdadero, bueno y bello, gracias a lo cual, también
lo erótico se convierte en verdadero, bueno y bello. Es indispensable, pues,
que el ethos (la ética) venga a ser la forma constitutiva del eros” (Juan Pablo
II, La Redención del corazón, p 165. Palabra, 1996).
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