A veces suceden auténticas
desgracias e injusticias, que requieren toda la reparación y el consuelo posibles.
En muchas otras ocasiones se dan adversidades de bastante menor fuste que, sin
embargo, consideramos “intolerables”: un proyectil de paloma sobre la chaqueta
recién estrenada, el ruido que montan los vecinos, o la convivencia diaria con
personas que nos resultan difíciles e inevitables. ¡Hasta aquí hemos llegado,
ya basta!, decimos con indignación y rostro poco atractivo. Quizás haya un
nuevo modo de ver estos problemas: toda esa quina que hemos de tragar, todas
esas amargas vivencias, pueden ser medicinales. No vaya a ser que tengamos unos
nervios algo débiles y un orgullo exacerbado, bastante olvidadizos de muchas
otras cosas buenas que hay en nuestra vida. Cuando asumimos lo que nos parece “intolerable”,
con humildad creativa, somos capaces de establecer relaciones más cordiales y
simpáticas, de ser más felices y de hacer más felices a los demás.
José Ignacio Moreno Iturralde
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