El vínculo indestructible entre una madre y su hijo plasmará en él una impronta inevitable y personalísima que influirá en sus afectos, mente y modo de ver la vida. Dicen que madre, en clave de amor y renuncia, sólo hay una. Olvidamos que en el lugar de la luz y de la paz, vela y sufre por nosotros otra madre, con el título aristocrático de "Madre de Dios". En sus cada vez más numerosas intervenciones, en vista de cómo concurren los acontecimientos planetarios, repite una petición tan sencilla como asequible: que recemos el Rosario, con esta advertencia: "Todo lo que pidáis con fe en el Rosario os lo concederé". Si los católicos siguiéramos los consejos de esta madre nos evitaríamos no pocos disgustos, tantas crisis familiares o profesionales se verían resueltas y saldríamos airosos, o al menos con serenidad, de los problemas diarios. Recientemente se ha celebrado la Jornada Mundial del Rosario que ha unido millones de personas de los cinco continentes a través de esta cadena de oración. No en vano se la llama arma poderosa contra los males que azotan el mundo: la Virgen no desoye nunca a quienes la invocan.
Eva Catálán
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