La sangre de San Gennaro, patrón de Nápoles, ha vuelto a licuarse. Este milagro ocurre cada año en tres fechas diferentes coincidiendo con la decapitación de este mártir a las órdenes del emperador Diocleciano el 19 de septiembre de 305, con el traslado de sus reliquias y con la erupción del Vesubio el 16 de diciembre de 1631. Científicos de la Universidad de Turín aseguraron que la sustancia contenida en el relicario es sangre "auténtica", aunque no pueden explicar por qué se licua un día determinado y de nuevo se solidifica hasta la fecha siguiente. Este prodigio, en palabras del cardenal Sepe, manifiesta la cercanía y predilección de Dios hacia Nápoles. Cierto es que Dios sigue dando signos para la reflexión al hombre de hoy afanado en construir un paraíso terrenal a sus espaldas. Olvidado de la preeminencia de lo espiritual que eleva, sobre lo material que esclaviza, ha sembrado la tierra de egoísmos, odios y rebeldía. Los milagros existen, pero nunca debe ser en vano. Aunque sean italianos.
Eva María Catalán
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