Dicen que la mediocridad consiste en pasar ante algo grande y no darse cuenta. El desgaste de la herencia cristiana en la vieja Europa ha propiciado la pérdida del bagaje moral de sus habitantes, protagonistas cada vez más asiduos de los actos de mayor violencia: los feminicidios y los abortos. Las enseñanzas de la Iglesia y la celebración de los Sacramentos permanecen arrinconados en las perspectivas de los ateos y católicos no practicantes. La realidad es que no sólo no pasan ante la Misa, el acto de amor más apasionado que se ha dado jamás en el mundo, y no se dan cuenta, sino que ni siquiera se la plantean como posibilidad en sus vidas. La Misa dominical, fuente de vida para el alma e indispensable para la salvación, ha sido suplantada por los viajes, la TV o un ocio de espaldas a Dios. Ninguna ley humana puede impedir la corrupción de la sociedad cuando ellas mismas trabajan para apear a Dios de sus estructuras. Se puede encarcelar el cuerpo de los delincuentes pero no rehabilitar los corazones que ellos mismos han maleado.
Eva Nordbeck
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