Tuesday, October 09, 2007

Misterio, cristianismo y realidad

Hay quien parece sentirse atraído por la triste suerte de ser un grumo irrelevante de un inmenso engrudo galáctico. Pero si el universo es tal, un solo verso, algo lleno de sentido, tiene que proceder de un Logos superior a él. Este Logos no puede ser exclusivamente inmanente al mundo, al menos por dos razones: Porque el orden y las leyes suponen inteligencia –autodiálogo- y la materia no es inteligente. Porque existe la libertad personal.

Existe el mal... ¡Y de qué manera! Ocurre como si el mal del mundo, además de por la culpa de los hombres, aconteciera por un factor sobrehumano. El Logos, la fuente de armonía y de belleza, no puede ser origen del mal porque el mal supone, en definitiva, autodestrucción y absurdo. El mal, pese a su pavorosa realidad, no tiene consistencia en sí mismo; es herida en el bien.

Ser humano en el tiempo supone la posibilidad de saberse mantenido en la existencia por algo que enlaza el pasado y el futuro en el presente. ¿No es cierto que el amor nunca pasa y, si pasa, no es amor? ¿No es tal amor un fin en sí mismo? ¿No es ese amor eterno?...Ser humano es la posibilidad de conocerse en un Misterio de luz, que actúa entre brumas para no herir nuestra inmadura mirada.

¿Se ha revelado el Logos en el mundo? ¿Ha dialogado con el hombre? ¿Existe algún posible indicio sobre ese inefable acontecimiento? De ocurrir así, si existe esa noticia luminosa...¿Puedo pretender abarcarla por entero? ¿No es más conforme al ser humano, sin dejar de razonar, confiar en una realidad que le excede?

Chesterton decía que el mundo es una novela donde los personajes pueden encontrarse con su autor. Si no hay novela no hay sentido y si no hay sentido no hay persona. La última explicación del mundo no es científico-experimental, ni siquiera metafísica. Se trata de un misterio de Amor y, por tanto, de Amor revelado -para todo aquél que se deje querer-.


José Ignacio Moreno Iturralde

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