Cuando nos hablan de los
miles de millones de años que tiene el universo, sentimos un cierto vértigo.
Comparar el tiempo de nuestra vida con el del cosmos, puede hacernos sentir muy
pequeños. Sin embargo, miles de galaxias nos resultan bastante más insignificantes
que la vida de una persona a la que queremos.
El tiempo personal es
distinto al cronológico. Cada persona asume su pasado en el presente, proyectándose
hacia el futuro. El presente es el punto de encuentro entre el tiempo y la
eternidad, decía C.S. Lewis. La razón tiene cierta capacidad de estar por
encima del tiempo; es como si lo sobrevolara. Un ser humano es capaz de
entenderse como alguien que forma parte de una historia milenaria, a la que
puede aportar su vida personal.
En la vida humana los
momentos de más valor son aquellos que pasamos con nuestros seres queridos.
Fiestas familiares o aniversarios entrañables cobran un especial sentido en nuestras
vidas. Nuestro corazón es capaz de cambiar, en cierto sentido, el tiempo. Por
ejemplo, si pido perdón soy capaz de cambiar mi relación con una persona. El
amor tiene jurisdicción sobre el tiempo y puede modificar sustancialmente el
sentido de una vida.
Todo ser humano es capaz
de dar valor personal al tiempo cronológico, y lo que da valor al tiempo humano
es nuestra capacidad de querer, con un amor que nos haga ser mejores. El
cristianismo nos habla de Dios como un ser personal que es Amor, y que interviene
en nuestra vida. Estar atentos a las iniciativas de Dios respecto a nosotros,
nos lleva a una vida llena de sentido y nos introduce en una dimensión contemplativa,
que anuncia algo propiamente divino: la eternidad. La eternidad en Dios es un
continuo presente; en nosotros no sabemos bien como será, pero será una vida
llena del amor de Dios y del de nuestros semejantes, en la medida que nos
hayamos capacitado para amar en este mundo.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment