Siendo el corazón lo más valioso que tenemos, las decisiones han de ser tomadas por la inteligencia, pues ésta es la facultad capaz de distinguir la verdad del error. La voluntad ayudará al corazón a dirigirse a la verdad, estimada como bien. El corazón cumple así su función al hacer que la persona se una al bien que quiere. De esta manera, si el amor es verdadero nos hará ser mejor personas; y, por tanto, mucho más felices.
Sin embargo, aunque cada uno tiene su temperamento, el corazón se ve solicitado por muchos reclamos. Nuestra capacidad de querer a las cosas y a las personas es grande, pero tampoco es manca nuestra capacidad de despreciarlas. Esto nos muestra que el verdadero amor consiste en afirmar la vida de los demás, en estimarles por sí mismos y no solo por el beneficio que me aporten.
El corazón es especialmente dependiente y, a veces, inestable. Dependiente porque amar se refiere a los demás. Por otra parte, hay también un sano amor hacia uno mismo, aunque frecuentemente suele inflarse demasiado y trae no pocos problemas. El egoísmo es realmente algo vulgar, poco inteligente y triste.
El corazón es, en ocasiones, inestable porque tiene una parte puramente sensitiva. Pero a ella se une la sabiduría del corazón. Este es un saber valioso que, orientado por la razón y asistido por la voluntad, nos guía hacia los bienes más altos. En función de estos bienes se ordenan los bienes secundarios. En ocasiones, un bien superior puede requerir rechazar un bien inferior o desordenado. Agustín de Hipona lo dijo magistralmente: "nos hiciste Señor para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti". Esta disciplina del corazón, costosa, es la que nos hace libres para amar. Así, con esta pelea interior, se forja un corazón grande, sereno y sabio.
José Ignacio Moreno Iturralde
No comments:
Post a Comment